Nuevo Botín de guerra
28 abril 2010
De tal palo, tal astilla. Leyó lo de “Botín, ¡que gran apellido para un banquero!” y me llamó por teléfono. Don Emilio (padre) me invitó a comer en un palacio que tenía en el Paseo de la Castellana.
En tiempos había sido el Palacio de los Duques … creo que de Medinaceli.
-”Haga Vd. chistes con el apellido de Vd.”,
me dijo tras el primer saludo telefónico.
Acudí puntual y me recibieron atentísmos mayordomos con librea gris y guante blanco. Saludé a mi anfitrión con un:
-”Magnífico Palacio, don Emilio”
Y me respondió, como el rayo, quizás -pensé- por razones fiscales:
-”Palacete, sólo palacete, hijo mío”.
Almorzamos a solas en un saloncito (¿octogonal?) lleno de espejos. Había sido capilla privada de los duques antes que comedor recoleto de Emilio Botín II. Me impresionaron las manos de don Emilio. Cuando movía en semicírculo la mano derecha, sus dedos largísimos se multiplicaban, al reflejarse en los limpísimos espejos enfrentados, y se veían, a cientos, moviéndose casi hasta el infinito.
¿Qué manos y qué dedos de banquero los de don Emilio?
Estábamos en plena crisis bancaria -años ochenta- y los presidentes de los 7 grandes bancos (el Santander era entonces sólo el 6º) se reunían impúdicamente a comer y a pactar precios, tipos, comisiones… Ya se sabe:
“Reunión de pastores, oveja muerta”
Aquellos 7 grandes de la banca se atrevían a hacerse fotos del ágape; fotos que, en otros países menos católicos, podrían haber sido prueba de un delito contra la libre competencia.
Emilio Botín III (hijo y nieto de banqueros), hoy portada bélica de Actualidad Económica, era entonces un aprendiz de devorador de bancos. Cuanto más arreciaba la crisis, más bancos frágiles caían en la UVI para ser luego subastados entre los supervivientes, a buen precio, y saneados al 50% con nuestro dinero.
A la sombra de su padre, el actual presidente del Banco Santander aprendió el oficio de banquero. ¡Y de qué manera!
Me decía su padre:
-”Banquero, joven, es aquél que presta el dinero ajeno… y cobra por el recado”
Decían que don Emilio era un banquero con piel de cordero. Solía ser amable -y sagaz- con los jóvenes de la prensa de entonces. Así es que, en lo personal, me pareció siempre un caballero santanderino; o sea, medio inglés. Le veíamos pasear, en verano, por el Palacio de la Magdalena -traje blanco o hueso de lino, bastón plateado, botines de cinematógrafo- y su andar imponía a los estudiantes de la Universidad Internacional Menédez Pelayo.
Botín II heredó en 1950 la presidencia un banco provinciano del XIX y conquistó con él más de media península.
Botín III heredó en 1986 la presidencia del 6º banco de España y hasta hoy lo ha convertido en el 4º del mundo por beneficios y en el 8º por capitalización bursátil.
En la saga de los Botín falla el proverbio que encabeza este blog:
“Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros”
Emilio Botín III fue nombrado el 1999 el hombre más rico de España (con 3.400 millones de dólares) y el nº 21 del mundo. O sea, de pordiosero, nada. Pablo Garnica, presidente de Banesto (antes que Mario Conde) quiso comerse el Santander de don Emilio. Y Emilito acabó la faena, pero al revés: comiéndose el Banesto de Conde.
¿Qué tiene este hombre para romper los proverbios?
Tuvo, en principìo, buenos maestros y mejor herencia. Pero. además, es implacable. Prefiere -como su padre- devorar antes de que te devoren. Y es implacable -rozando lo temerario al 4%- en la batalla bancaria por captar depósitos de otros bancos y cajas más frágiles que no puedan sostener la apuesta.
Ahora lo estamos viendo en la guerra que ha desatado por el pasivo. Paga el 4 % ciento por los depósitos que le quita a los competidores y cobra menos del 4% por lo que presta. O sea, que tiene un margen de intermediación negativo. Alguno se preguntará -y con razón:
¿dónde está el truco?
Si le sale demasiado bien la operación, se arruina. Pero antes de llegar a ese punto, habrá arañado cierta cuota de mercado a las despistadas cajas de ahorro y a otros bancos más conservadores o con los riñones menos cubiertos que el suyo.
Parece que “Emilito” sabe ya más que lo que aprendió de don Emilio. Pero en la historia de la banca hay ejemplos para todos los gustos. Pasa como con el juego de las siete y media: o te pasas o no llegas. Si no llegas, malo. ¿Y si te pasas?
¡Ay!- decía don Mendo- ¡si te pasas es peor!
Atentos al desarrollo de la batalla por el pasivo… en el corto y en el medio plazo.
Torres más altas han caído.
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