Cuando nos cuentan una leyenda urbana siempre se da la circunstancia de que nuestro narrador no la ha vivido en primera persona, pero si lo ha hecho una persona muy cercana a él, como un primo o un amigo, que nunca están presentes. De esa forma la historia tiene visos de veracidad pero no puede ser totalmente confirmada. Así la historia se siga extendiendo a lo largo del tiempo.
Mientras hacía el servicio militar me contaron una una batallita referida a un banco que había en un parquecito cercano. De nuevo era una historia que le habían contando a quien me la contaba pero que no la había vivido en primera persona.
Según parece un sargento aprovechó que se estaban pintando las rejas del cuartel para que se diera una mano de pintura a un banco que se encontraba cerca con la pintura sobrante. Para evitar que se manchara nadie no se le vino a la cabeza otra idea más que hablar con el cabo de guardia y ampliar la vigilancia al banco en cuestión, de forma que si alguien quisiera sentarse le dijera que estaba recién pintado y no se manchara.
El cabo siguió las instrucciones y marcó la ampliación de la vigilancia como ‘necesidades del servicio’. Al día siguiente el nuevo cabo de guardia vió el parte del día anterior y para evitarse líos hizo lo mismo aunque la pintura ya estaba seca. En los días posteriores la vigilancia del banco se fué consolidando, nadie sabía qué sentido tenía pero se limitaban a cumplir con las ‘necesidades del servicio’
Pasaron los años con el pobre banco vigilado hasta que por casualidad pasó por allí un capitán que venía de una revisión médica y se quedó sorprendido ante lo que vió. Si el soldado hubiera estado sentado aún hubiera podido entenderlo, pero al ver que se podía en posición de firme y le saludaba el capitán no pudo menos que preguntarle qué hacía allí, a lo que el soldado le respondió que vigilar el banco. Al tirar del hilo el capitán encontró la causa de todo aquello con lo que el banco quedó liberado de su vigilancia.
Parece que esta historia viene de antiguo, pero vete a saber. No es la idea de hoy hablar de leyendas urbanas o del modo de funcionar de los militares, sino de aplicar esta historia al ámbito de la operación.
Y es que esta anécdota del banco se puede aplicar a ciertos modos de operar. No es difícil encontrar operadores que tienen ciertas operativas basadas en las ‘necesidades del servicio’. Es decir, aquello que se ha hecho siempre y que no precisa ser cuestionado.
Se puede encontrar en cualquier estilo de operación. Si ponemos como ejemplo el análisis técnico nos encontraremos con que se analiza el mercado buscando unos patrones mediante los rangos en los que se encuentran unos indicadores pero en muchas ocasiones, como en el caso del banco, no se sabe que está mostrando realmente. Se hace un estudio en una serie histórica y ya está.
En la aplicación de ratios en el análisis fundamental puede pasar lo mismo. Se puede pensar ‘Si estos tres ratios están entre estos valores es que la empresa es buena’.
La operativa con opciones tampoco está exenta de estos problemas. En la aplicación de ajustes o en la interpretación de una posición se puede sacar conclusiones por los valores de las griegas sin tener una idea clara de qué significa.
Y no quiero decir que no haya procedimientos válidos generados aplicando el conocimiento o la experiencia de otros. Si alguien después de mucho trabajo ha llegado a la conclusión de que el uso de ciertos indicadores con ciertos valores marcan una tendencia puede transmitirlo a otros para que se beneficien.
Pero, como en el caso del banco, la obediencia ciega sólo es útil durante un tiempo. No se el margen a la reflexión que pueda tener un soldado, pero en el caso del operador no es margen, es obligación. No puedes meter dinero en el mercado a ciegas.
Antes de usar un ratio me gusta saber primero cual es la idea que hay detrás. Es decir, saber que necesidad provocó su creación y que me debería aportar. Para ello preciso saber su fórmula de cálculo. Es raro que vaya a usar esta fórmula pero gracias a ella se que representa y la importancia de sus divergencias. Después puedes ver si realmente te aporte algo, o lo haga mejor que otros. No porque sea usado de forma generalizada tiene que ser útil para ti. Puede que tenga un hueco en tu sistema o no.
Y esta misma filosofía de trabajo se puede aplicar a cualquier estilo.
Mejor ser como el capitán, que se aleja de la ortodoxia buscando el sentido de lo que tiene delante, que como el soldado, que se limita a cumplir con las ‘necesidades del servicio’.
Hasta la próxima.