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                                               FERNANDO ESTEVE MORA

En India, en las montañas Nilgiri (entre 11 y 12 grados al norte del Ecuador, y a unos 80 Km del Océano Indico) se extiende una meseta de clima húmedo, rectangular, de unos 50x30 Km y a unos 1800m de altura. Ha sido el hogar ancestral de tres grupos tribales todavía en cierto grado sobrevivientes:  los Toda, los Badaga y los Kota. Antes de los tiempos de la colonización británica de la India, se daba entre estas tribus una curiosa "división tribal/espacial del trabajo", de forma que los Badaga eran fundamentalmente agricultores, los Toda eran ganaderos y los Kota eran básicamente artesanos. La red local de "intercambios de regalos" utilizando  sus respectivos y particulares excedentes productivos entre las tres tribus permitía que todas y cada una de ellas satisficiese sus necesidades de productos agrícolas, de carne y de  artículos -digamos que- "industriales". (Dejo de lado aquí la vieja y debatida cuestión de la Antropología Económica de hasta qué punto esos intercambios de regalos se pueden considerar como plenos intercambios comerciales o de mercado. Y es que los efectos de los intercambios sobre la especialización productiva tribal eran en cualquier caso los mismos ya fueran intercambios "de regalos" o "mercantiles")

Por ejemplo, tras la cosecha anual, los artesanos Kota recogían los  cántaros, hoces , y otros artículos sobrantes que habían producido y se dirigían al pueblo de los agricultores Badaga donde se celebraba una fiesta y a la que aportaban sus productos como regalo para sus anfitriones, tras la cual los Kota volvían a su pueblo pero no con las manos vacías sino llenas del cereal o grano que anualmente necesitaban. Los Kota hacían lo mismo con los Toda, lo que les permitía asegurarse un suministro regular de carne. Y también los Toda y los Badaga se juntaban en fiestas o celebraciones que conducían a intercambios de regalos y comerciales. Hay que señalar también que los Toda no sólo eran artesanos sino también músicos cuya presencia siempre era bienvenida y recompensada en cualquier celebración de las otras tribus.

Pero, la descripción de ese sencillo mundo económico no es todavía completa. Pues había otra  tribu, la de los Kurumba, que si bien no vivía en la meseta central de los montes Nilgiri sino en los bosques a menor altitud en la laderas que la rodeaban. Los kurumba  se relacionaban con las  tribus anteriores. Pero lo extraño, lo peculiar, era que los Kurumba no eran ni artesanos, ni pastores ni agricultores. Y, sin embargo, aunque nada  nada material tenían que ofrecer como "regalos" a los Toda, los Kota y los Badaga, los Kurumba conseguían sin embargo que todos los demás les "regalasen" (o sea, les abasteciesen )  el cereal, la carne y de los instrumentos que necesitaban. Y, por cierto, les abastecían más que bien. No tenían para recibir esos regalos/aprovisionamientos  ni que desplazarse adonde se situaban las otras tribus, pues eran estos, los miembros de las  otras tribus, quienes  estaban más que dispuestos a trasladarse y a atravesar penosamente  la jungla para llevarles a los Kurumba sus bienes, sus regalos. Pero, ¿cómo era eso posible? Pues si los  Kurumba no eran ni campesinos ni pastores ni artesanos, ¿a qué concretamente se dedicaban los Kurumba que los otros desearan tanto obtener a cambio de su productos en un intercambio de  regalos? ¿Qué eran, pues, los Kurunmba?

Pues muy sencillo: los Kurumba eran brujos. Y los Toda, los Kota y los Badaga estaban  más que dispuestos a darles (parte de) sus trabajosamente conseguidos productos a cambio de que los Kurumba les hiciesen unos "servicios" inmateriales, intangibles, que ni siquiera podía probarse que existieran pero que los Kurumba aseguraban  eran reales y habían convencido de ello  a los Toda, Kota y Basega.. A cambio de sus productos, a cambio de sus regalos, los Kuruma les "regalaban" a los Toda, a los Kota y a los Badaga un bien muy especial: la idea de que ellos, los Kurumba, eran capaces de controlar el futuro, o mejor, de que eran capaces gracias a sus conocimientos "científicos" o mejor, mágicos de predecir los poderes o fuerzas que determinaban el futuro y controlarlos.

Los Kurumba, por ejemplo,  aseguraban que gracias a sus amuletos, pócimas y encantamientos eran capaces de proteger a cualquiera de los miembros de ls otras tribus de todo tipo de enfermedades y desastres que los malos espíritus de la Naturaleza podían desencadenar sobre ellos. Eran los Kurumba, sin la menor duda, la tribu más rica de las cuatro. Y no porque tuviese más "poder económico" o capital real entendido como la capacidad real de influir en el presente sobre la naturaleza en las actividades productivas sino porque monopolizaba el "poder" o capital ficticio. entendido como la capacidad de controlar o influir sobre las fuerzas de la naturaleza en el futuro. Sí, obviamente, el poder de los Krumba era un capital ficticio e imaginario e irreal para nosotros hoy en día, pero lo era muy real  para los Toda, los Kota y los Badaga de hace tres siglos, pues creían firmemente en él. En suma, en aquel mundo sucedía que los Kurumba habían conseguido vivir muy bien sin trabajar y, también, sin explotar económicamente a nadie pues los kotas, badagas y todas no sólo se prestaban voluntariamente a ese intercambio de regalos/activos reales por activos mágicos ficticios sino que lo buscaban y propiciaban (o sea, si suponemos que la explotación consentida, aceptada y buscada por el explotado no puede calificarse como explotación). Y, en la medida que los Kurumba se creyesen sus propios poderes mágicos, la relación entre ellos y los miembros de las otras tribus ni siquiera podrí calificarse como fraude.

En su clásica obra, Antropología Económica, de la que he extraído la anterior información, Melville J. Herskovits, comenta:

"Los Kurumba explotaban el mercado todo lo que podían.y en ocasiones, sus demandas distaban de ser modestas. Cuando un Kota caía enfermo, por ejemplo, y sus familiares, recalcando lo regulares y generosos que habían sido haciendo regalos a su doctor-brujo Kurumba, se quejaban de que no había cumplido su parte del acuerdo manteniéndole libre de la enfermedad, la respuesta acostumbrada era que un especialmente potente brujo Kurumba había sido insultado por un Koda, o que estaba envidioso de su buena fortuna, lo que explicaba el hecho inusual de que estuviese mandando a su víctima tan poderoso y maligno sortilegio. Sólo el esfuerzo sostenido, en forma de regalos extra, podía contrarrestar esta negativa influencia, y puesto que no había otro recurso alternativo, el Kota acababa dándole a su brujo-doctor con mayor generosidad". 

Dado que la naturaleza dota a nuestros cuerpos con amplios recursos de autodefensa, era habitual que buena parte de los "pacientes" de los Kurumba se recuperasen "naturalmente" de sus dolencias, cosa que sus médicos-brujo  -por cierto- no dudaban en apuntarse como éxitos claros, como prueba empírica o estadística de la eficacia de  sus "servicios". Obviamente, otros muchos pacientes también morían. Pero lo curioso es que los familiares de los difuntos no exigían entonces a sus proveedores de seguridad Kurumba que les "devolviesen sus regalos" , que les devolviesen su "dinero", por ese "incumplimiento flagrante de contrato" ni tampoco les desenmascaraban públicamente como fraudes o ineficientes como brujos. Lejos de ello, les mostraban su agradecimiento, simpatía y reconocimiento por sus esfuerzos al haberse opuesto a tan poderoso y maligno mago. ¡Qué bien montado tenían su "negocio" espiritual los Kurumba! ¿no? Podían dar lecciones en cualquier Business School de esas de ringorrango.

Fuera de esa falaz sensación de superioridad intelectual que podemos sentir cuando hoy leemos  esta historia, olvidándonos que nuestras sociedades llevan siglos pagándoles unos buenos sueldos a curas, obispos, sacerdotes, monjes, chamanes, rabinos  e imanes por hacer lo mismo, exactamente lo mismo, que les hacían los kurumba a los todas, kotas y basagas, o sea, nada; ¿se puede sacar alguna lección útil para nuestras economías de esta vieja historia de la antropología económica?

Veamos, en las economías modernas -es obvio. sigue habiendo kodas, todas y basagas que hacen e intercambian entre sí una enorme cantidad de productos agrícolas, industriales y de servicios valiosos que, ciertamente,  no tiene punto de comparacíón en cuanto a su volumen y variedad con el cereal, la carne de búfalo, los cántaros, las hoces y la música de que se componía el PIB de los Toda, los Kota y los Basaga en aquellos tiempos. Obviamente, también, buena parte de los Kurumba han dejado en nuestros días de ser brujos para hacerse doctores en medicina científica. Incluso puede decirse que el "modelo espacial de división del trabajo de las montañas Nilgiri" se ha generalizado y globalizado, de modo que los Kota, lpos Badaga y los Toda  de hoy en día, o sea,  las gentes que hacen cosas, (como lo son los catalanes que, en opinión de Rajoy, hacen cosas como los Kota), gracias a la globalización y la deslocalización, se han  ido concentrando en Asia, en lo que se conoce las fábricas del mundo situadas en China, India Japón, Corea y el sudeste asiático en general. Los badagas de hoy en día, por otro lado,  viven en su mayor parte en África e Iberoamérica. Pero, ¿qué pasa con  los auténticos kurumba? O sea, ¿qué hay de los que Krurumba que vivían del "cuento", o sea, del miedo, de la incertidumbre  de los demás ante el futuro.

Pues bien, es más que evidente que todavía hay kurumbas que viven y muy bien de la brujería, del cuento. Gentes, profesiones, ocupaciones enteras que venden unos "servicios" cuyo valor real es más que cuestionable y está al margen de toda lógica científica- Obviamente, y como ya se ha dicho, son kurumbas todos los que viven de "vender" sus conocimientos para controlar  los poderes del "más allá", del "subconsciente", del "inframundo", del "supermundo", etc., etc.sean parte de iglesias, sectas, religiones, medicinas "alternativas", psicologías transpersonales, etc., etc. Pero no sólo son estos "profesionales" de lo oculto kurumbas hoy de pleno derecho. También lo son, obviamente una muy buena parte de los "expertos" profesionales  del sector financiero, los que en momentos de sinceridad se reconocen a sí mismos como "brujos de las finanzas".   

Y es que, dejando al margen los pocos que hoy realmente trabajan en la real intermediación financiera, que son realmente útiles para los que "hacen cosas", los kotas, todas y badagas de nuestros días, la mayor parte de quienes trabajan en el sector financiero son unos auténticos kurumbas. Como sus antecesores siguen usando de  jergas mágicas, hoy modelos cuantitativos y de análisis fundamental, para convencer a los demás que pueden predecir el futuro,  sino que adicionalmente afirman ser capaces de controlarlo "creando" amuletos, recetas mágicas, "pócimas,  o productos estructurados, "criptoactivos", derivados, etc., etc. que pueden proteger a los ingenuos Toda, Badaga y Kota de nuestros días frente a los embates del futuro...hasta que, como siempre,  aparece un maligno brujo de fuerza mayor, un cisne negro,  y vuelve en nada todos esos sueños. Obviamente, y al igual que sucedía en la India de entonces, los kurumba financieros no son unos explotadores pues nadie obliga a "comprar" sus servicios ni sus amuletos o productos financieros, pero lo que sí cabe decir es que, a diferencia de los kurumba de antes, los de hoy son unos "estafadores".

Y de nuevo también. al igual que los Kota, los Toda y los Badaga de entonces no les pasaban factura a los Kurumba de entonces por sus errores y estupideces, pues no se sentían ni estafados ni explotados, tampoco hoy los kurumba-financieros reciben el menor castigo o reprimenda cuando traen la catástrofe financiera y económica a sus sociedades. Como entonces, las tribus de la "economía productiva" siguen aceptando irracionalmente las pretensiones de los kurumba financieros de su necesariedad para la vida económica y de su capacidad de control sobre el futuro. Y asi,  aquí y hoy al igual que allí y entonces,  a los modernos Kurumba financieros es  a los que mejor les va económicamente hoy en el mundo occidental. Quizás sólo una guerra, como la actual en Ucrania, sea lo único que pueda acabar desenmascarando sus estúpìdos sortilegios y sus pretensiones a apropiarse indecorosamente de lo que producen los todas, kotas y badagas de este mundo.


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