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El fin del mundo y el fin del capitalismo

                                    Fernando Swift Mora

Dedica el infortunado Mark Fisher su inquietante libro Realismo capitalista a explorar en múltiples espacios de la vida social la afirmación de Frederic Jameson de que hoy es “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Y, ciertamente, es difícil no estar de acuerdo con él. Sin la menor duda  -digan lo que digan los delirantes negacionistas del catastrófico cambio climático que se nos avecina-  el fin de nuestro mundo está hoy "al cabo de la calle", en tanto que nadie, hoy día, no sólo se puede imaginar el fin del capitalismo, como tan claramente no sólo lo imaginaban sino que lo preveían los revolucionarios del siglo XIX y la primera mitad del XX, sino que -para la mayoría de la gente- tal cosa no parece siquiera deseable ante la falta de alternativas mínimamente "sensatas" a nivel "macro" o global al capitalismo, es decir, fuera de los sueños "mini" o de aldea, de los movimientos comunitaristas y alternativos de barrio rico.

 

Pero, ¿por qué elegir entre uno y otro? ¿por qué elegir entre el final del mundo y el final del capitalismo, si podemos "conseguir" los dos de una sola tacada? Porque ¿cuál es la razón de que debamos seguir las prédicas ecológicas? ¿Por qué tenemos que hacer caso a los nuevos mandamientos de los sacerdotes de la nueva/vieja diosa Gaia? Porque -se nos dice- a menos que moderemos todos nuestra presión sobre los recursos, sobre la Naturaleza, esta no podrá dar más de sí, y se vengará de nosotros y -puesto que somos parte de ella- nos castigará por haberla ensuciado, violado u ofendido. Nuestro mundo (no el mundo como tal) colapsará. Y todos perderemos.  

 

Pero ¿y qué? Lo siento, sacerdotes de Gaia, pero ...a mí ¿qué más me da?. Pues ocurre, que en cualquier caso, poco voy a disfrutar de las riquezas de la Naturaleza. como me recuerdan esta vez no los ecologistas, sino los economistas, ya que estamos asistiendo a un crecimiento imparable de la concentración de la riqueza en manos del 0,01% de la población mundial. Y una parte importante de esa "riqueza" privadamente poseída es -obviamente- la Naturaleza. Nadie duda de este proceso de concentración, de apropiación de lo natural por unos pocos, es un proceso al que parece  imposible ponerle freno pues -como ya enseñó Marx- esa concentración y expropiación de lo natural  en manos de unos pocos está en la esencia del capitalismo.

 

Y la pregunta es entonces la de qué incentivos tiene una persona como yo, o como cualquiera de los que lean este blog, para dedicar un solo segundo del escaso tiempo que le resta tras intentar "buscarse" afanosamente la vida en este mundo a someterse a los mandamientos de la nueva religión ecologista.

 

Aplicando la más estricta lógica económica, querido lector, respóndete a la pregunta de por qué demonios has de dedicar algo de tus escasos recursos a proteger un mundo, una naturaleza, una vida de la que van a disfrutar a lo grande "los que siempre" han disfrutado de ella de esa manera, entre los que seguro que tú no te cuentas. Y bien sabes quiénes son y serán esos afortunados: los "dueños" del Santander y de Amazon y de Aramco y de Google y de Microsoft y de... Y, obviamente también, en el futuro lo serán sus hijos, no los tuyos. O sea, que al ritmo que van las cosas, de la naturaleza sólo podrán gozar "los de siempre" entre los que con casi total seguridad ni tú ni los tuyos se contarán nunca.

 

No es nada extraño que se hayan vuelto -ellos- tan ecologistas en estos tiempos. Ya verás como, ahora, cuando se reúnan en Davos dentro de unos días no paran de hablar del asunto ecológico, del fin del mundo, o mejor, del fin de su mundo. Y es que eso es algo que les preocupa. Y mucho. Y con razón. Siendo como son los dueños de la Tierra, tienen una muy lógica y económica y muy interesada preocupación por el valor de ése su activo. Y es que sólo faltaría que por las ganas de disfrutar un poco de la vida por parte del 99,9% de la "chusma", o sea, del resto de la población de este mundo, el valor de ese activo que es la Naturaleza, que cada vez es más suya, se depreciase.

 

Es comprensible que estén preocupados, ¿no? ¡Lector, pónte en su lugar por un momento! ¡Qué mundo le van a dejar a sus hijos si todo sigue así! Imagínate que tú formas parte de esa clase, o quizás mejor sea llamarla casta,  y que te has comprado una islita en el Caribe o en las Cícladas y que, ahora, las perspectivas es que, si no cambian las cosas, en nada va a estar rodeada de no de un mar azul turquesa sino de un mar de plástico. ¡Qué horror! ¡Qué gran desvalorización!  Así que las "muy buenas gentes" ya se están "poniendo las pilas" para que los gobiernos (recordemos cómo definía Marx a los gobiernos: "comités que administran los negocios comunes de la clase de los propietarios") se pongan a la tarea de resolver ese "negocio común" que tienen ellos de proteger el valor de su mundo imponiendo restricciones al uso y disfrute de la Naturaleza por parte de todos los que no son de su clase o casta.  

 

Así que, en estricta aplicación de la lógica económica de Adam Smith, que exige  actuar persiguiendo el propio interés, se sigue una sola conclusión para quienes no somos de esa clase o casta. Y es la recomendación de que disfrutes hoy del mundo tal como es y no  te preocupes de cómo será en el futuro, si es que lo hay, pues en cualquier caso y tal como van las cosas, el capitalismo te va a quitar en poco tiempo de lo poco del mundo de lo que aún puedes disfrutar.

 

Y es que se necesita ser un imbécil económico para "cortarse" y no disfrutar de las cosas de la vida y del mundo antes de que  se acabe. ¿"Cortarse"? ¿Para qué? Para que los ricos disfruten de un mundo prístino y bello y valioso, que será enteramente suyo, aunque tú -eso sí- lo podrás ver en alguna pantalla. O sea, que no se ha de ser tonto, económicamente hablando, hay que ser "racional" y hacerle caso a Adam Smith. Preocúpate sólo de lo tuyo, y no de lo "suyo". "Pasa" de reciclajes y controles. Rebélate de las ecológicas restricciones que, en defensa de sus intereses, imponen los gobiernos.  Disfruta hoy de lo que hay. Carpe diem.  

 

Y si eso significa que el mundo se acaba, pues bueno, pues se acabó. Pero no para todos, como afirman erróneamente los ecologistas,  sino para sus dueños -como apuntan los economistas-, porque para la inmensa mayoría ya se nos había acabado mucho antes. En suma, que tras la catástrofe ecológica que se avecina serán "ellos" los únicos que perderán pues son los dueños de la Tierra. Los de siempre. El resto ya la llevamos perdiendo toda la Historia, por lo que cuando  se acabe éste su mundo, poco perderemos.

 

Será a la vez el fin del mundo y el fin del capitalismo.

Así que Feliz Año 2020...y a disfrutar

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