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Gracias a Internet, hoy tenemos acceso rápido a la información; quizás tengamos una gran sobresaturación, pero con paciencia podemos encontrar perlas que nos explican lo que está pasando.

Me gustaría llamar la atención sobre una conferencia que en 2002, impartió D. Manuel Azpilicueta Ferrer, presidente del colegio de empresarios en la época.

Este empresario analizaba la situación Española, y la europea y se puede encontrar en el siguiente link.

http://www.circulodeempresarios.org/actividades/futuros-retos-de-la-ue-puntos-de-vista-desde-espana-y-alemania/


La citada conferencia no tiene hoy ningún desperdicio y me voy a permitir extraer algunas frases que hoy pueden adquirir un gran significado.

“Cuando me enfrenté por primera vez con el título de esta mesa redonda, pensé que mi tarea era bastante sencilla. Bastaba con hacer una altisonante declaración cantando las virtudes del reformismo económico y salpicarla con los buenos ejemplos de Irlanda y de nuestro propio país. Pero enseguida se me ocurrió una idea más sugestiva, menos literaria, más práctica y, desde luego, más atrevida, que es la que ustedes van a sufrir durante un cuarto de hora. Se me ocurrió que a lo mejor podía disponer de algunos datos estadísticos que mostrasen una relación positiva entre reformismo y crecimiento económico y del empleo.”

“Comenzaré por las reformas fiscales, que se dejan medir y que he sintetizado en un cuadro de variaciones de tipos máximos y mínimos del Impuesto sobre la Renta correspondiente a nueve países europeos y las dos grandes potencias mundiales, EE.UU. y Japón. Entre los europeos, he seleccionado a los tres que se han ganado últimamente la fama de reformistas (UK, Holanda e Irlanda), a dos que tienen la fama contraria (Francia y Alemania), a tres países escandinavos cuyas reformas fiscales han ido bastante paralelas y, por supuesto, a España.
Como pueden ustedes ver, todos los países considerados (y también otros desarrollados no seleccionados) han bajado los tipos en los últimos 20 años, unos con más intensidad que otros….”
“Una primera apreciación es que, efectivamente, los países reformistas hacen honor a su reputación y son los que más han bajado los impuestos. No es que baste bajar los impuestos para adquirir naturaleza de reformista (véase el ejemplo de Japón), pero los reformistas los bajan y los no reformistas (Alemania y Francia), los bajan muy poco.”
“los datos parecen indicar con cierta elocuencia que bajar los impuestos beneficia el crecimiento.”

“Dejando aparte el caso irlandés, cuyas cifras, de nuevo, parecen de otro mundo, la evolución del empleo no presenta paralelismo con el crecimiento económico ni con las rebajas fiscales, ya que las cifras no muestran un orden descendente. Más bien parece que la creación de empleo está condicionada por otros factores, por ejemplo, el grado de liberalización del mercado de trabajo”
“Quitando a Irlanda, los dos países que más han aumentado su empleo son España y Holanda, sobre todo en los últimos 5 años. Japón y Alemania figuran en el furgón de cola. Tanto España como Holanda son reconocidos como países cuyo mercado de trabajo se ha liberalizado más, aunque lo han hecho por distintas vías.”
“El mercado de trabajo se ha fragmentado en dos segmentos: el de los contratos temporales, que creció inicialmente en la primera mitad de los 90 con enorme vigor, y el de los contratos definitivos, que sólo empezaron a crecer en la segunda mitad de los 90, en parte, sin duda, por la transformación en fijos de contratos temporales. Habría sido mejor liberalizar el mercado en lugar de fragmentarlo, pero la ceguera sindical y la cautela de los gobiernos lo han impedido. Una ceguera sindical, por cierto, que ha vuelto a estar presente en la reciente convocatoria de huelga general.”

“España es, así, un caso curioso: su mercado laboral es tan rígido e intervenido y se han introducido en él reformas tan tímidas que ha sido preciso inventarse un mercado paralelo para hacer posible el formidable crecimiento del empleo y del PIB en los recientes años. Bienvenida sea esa especie de liberalización espontánea y lástima que, como Holanda, no hayamos implantado un sistema de pensiones de capitalización. El día que lo hagamos daremos un nuevo y fuerte impulso al empleo.”

“Se ve también cómo Irlanda concentra su esfuerzo liberalizador en la década de los 90 y, en cambio, en Reino Unido las cosas ocurrieron antes (la influencia de Mrs. Thatcher), aunque continuaron a buen ritmo los años siguientes. Curioso también el caso de Alemania, donde el grado de libertad económica ha descendido en los últimos 30 años, iniciándose un esfuerzo renovador en los 5 últimos. O el de Japón, donde todo el progreso de 30 años hacia atrás tiene lugar en los 5 más recientes. Y vale la pena un comentario sobre España, que siendo el penúltimo de Europa en nivel absoluto (detrás de Francia), es cuarto en avances durante los postreros 30 años, subcampeón en los últimos 10 y campeón absoluto en el lustro más reciente”

“los más relevantes subíndices del Índice de Libertad Económica. Tanto éste como aquéllos pueden leerse como unas calificaciones escolares entre 0 y 10. Las cifras de este cuadro darían lugar a multitud de comentarios, para los que no tenemos mucho tiempo. Por ejemplo, toda Europa, salvo Irlanda y Reino Unido, obtiene un suspenso en tamaño del Estado, donde el único notable es para EE.UU. En general, todos tienen excelentes calificaciones en mercado de capitales, con notas más descolgadas para Japón y Alemania, lo cual bien podría explicar parcialmente la persistente crisis japonesa. El conjunto de Europa suspende en la asignatura de mercado de trabajo, que nosotros pasamos con aprobado raspado y donde el campeón europeo es Reino Unido, casi al nivel de EE.UU.”

La citada ponencia acaba con las siguientes conclusiones:

“Primera: Europa ha bajado sus tipos impositivos máximos en los últimos años y los mayores crecimientos económicos se han dado precisamente en aquellos países que más han reducido esos tipos.

Segunda: los europeos tenemos una mala nota en cuanto al tamaño del Estado. Seguimos soportando una presión fiscal excesiva que sin duda penaliza el crecimiento de nuestras economías. Varios países hemos conseguido equilibrar las cuentas públicas, pero ese logro, al que no deseo restar un ápice de relevancia, se ha obtenido más por la vía de incrementar los ingresos que por la de reducir los gastos. Esto desanima la inversión. Para crecer más, los europeos necesitamos reducir el tamaño del Estado y, consiguientemente, la presión fiscal.

Tercera: el crecimiento económico no termina de trasladarse al empleo si no se liberaliza más el mercado de trabajo. En ausencia de esa liberalización, no se conseguirá que los beneficios de la expansión alcancen a un mayor número de ciudadanos.

Cuarta (extraída del ejemplo de Holanda): las cuentas públicas no estarían en equilibrio, en aquellos países en que aparentemente lo están, si se contabilizasen las contingencias que conlleva un sistema de pensiones de reparto. Es urgente empezar a dar pasos hacia sistemas de pensiones de capitalización que eliminarían esas contingencias y además abaratarían los costes laborales, creando empleo.

Y Quinta: Irlanda nos ha ofrecido una ejecutoria impresionante de la mano de reformas fiscales y un largo rosario de medidas liberalizadoras. Ello debería animarnos a los demás europeos a seguir su filosofía liberalizadora, a examinar cuántas de sus actuaciones deberíamos imitar y a emprender en cada país las particulares reformas más demandadas y urgentes, que todos, más o menos, sabemos cuáles son.”

La verdad es que es difícil encontrar un documento tan breve en el que consten tantas conclusiones interesantes. Pero quizás ahora deberíamos analizarlo con perspectiva histórica. En 2002, el presidente del colegio de empresarios, lanzaba toda una serie de datos, de conclusiones y recomendaciones; por otra parte, en 2002 se criticaba básicamente a Alemania y Francia, por seguir un modelo de crecimiento completamente distinto al de otros países como España, Irlanda o Reino Unido.

Asumiendo sus propios razonamientos, asumiendo que poco o nada ha cambiado al respecto de las claves que aporta, y asumiendo que el tiempo ha pasado; creo que lo más lógico es hacer la reflexión en 2009, cuando el tiempo ha pasado y se han comprobado los resultados.

¿Cuál es la situación económica de los países que seguían cada una de las dos alternativas?.

¿Cuáles han seguido el camino correcto?

¿Por qué no nos planteamos el cambiar el discurso?

¿Por qué defendemos exactamente las mismas medidas cuando estábamos en milagro económico que cuando estamos en crisis?.

¿Cómo es posible que independientemente del enfermo, la medicina siempre sea la misma?
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