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Este post trata de ser una pequeña fabula donde trataba de explicar las relaciones entre empresas, bancos y expertos en un contexto de deflación. Sigue plenamente vigente.

 

Este post es una reedición de otro publicado con el mismo nombre el 25 de agosto de 2009. Se han corregido algunos fallos de redacción. Sin embargo, los datos, el análisis y las conclusiones se han de entender referidas a 2009.

 

 

 

Borja ya no tiene que madrugar tanto desde que ha comprado los dosificadores para su granja de gallinas. De vez en cuando recuerda cuando tenía que levantarse antes que el Sol para rellenar los boles de pienso y agua;  luego  tenía que recoger los huevos y limpiar las jaulas.

Ahora tiene tiempo hasta para ir al bar a jugar la partida de dominó. Allí puede presumir de que la mecanización le ha permitido tener más gallinas, vender más huevos y dedicar menos horas de trabajo.

Dice que ha sido una pasta pero que la productividad ha mejorado y, ahora que los huevos suben de precio y vende más, está obteniendo unos beneficios cojonudos; incluso después de pagar las letras del leasing y el pienso, la electricidad y todos sus costes que también se están disparando.

Hace unos meses le ha llegado la subvención que lolo, “el de la consultora”, le consiguió para fomentar la i+d+i. Lolo es un recién licenciado, que siempre como un pincel, factura para la asociación de ganaderos de la zona. La verdad es que está siempre un poco perdido en la granja y no se le entiende muy bien cuando habla. Pero de vez en cuando saca algún dinerillo de la administración y se ocupa del papeleo (y de las multas por errores en el papeleo). También hace unos informes curiosos donde se usan las pérdidas que obtienen para defender la existencia de cuotas de producción  (que no cumplimos) para que podamos sostener los precios y otros más ingeniosos para convencer a los bancos (En estos ya no habla de perdidas). Lolo es un genio.

De repente algo cambia pero Lolo dice que no pasa nada; un problemilla de confianza que en el fondo será positivo porque la gente no puede pasar sin huevos y, por tanto, Borja puede dormir tranquilo. Además eso presionará hacía abajo los gastos de Borja. La situación perfecta. Lolo le dirá, animadamente, que así puede pagar menos a sus trabajadores; Borja no dice nada pero asiente; en el fondo no entiende en que le beneficia eso: sus gallinas no cobran sueldos.

Al final Lolo acierta (¡es un crack!) y los precios del pienso empiezan a caer. Según parece hay un exceso de producción o algo parecido; ¡Otros que no cumplen las cuotas!). La electricidad no baja (de hecho sube). Bueno, Borja siempre intuyó que las eléctricas sí que tienen poder suficiente para alterar el mercado.

Pero Borja no se preocupa; lo que ve es que gana más,  produce más, los precios suben, y, dado que el pienso representa un 10% del precio, cuanto más suba el precio de los huevos más dinero gana. Además ahora puede apretar al del pienso. En definitiva, gana más.

Pero un buen día aparece por la granja el representante de la cadena de centros comerciales. Es un buen tío y da gusto tomarse un vino con él. Pero hoy le dice que tiene órdenes de arriba de negociar el precio de los huevos. Resulta que al final la cadena comercial está vendiendo menos ropa y, para mantener la pasta que gana, tiene que apretar a los de los huevos. La verdad es que Borja no acaba de entender que pinta él en esta historia; si venden menos camisas deberían apretar al de las camisas, ¿no?. Pero en fin, si hay que negociar se negocia; la pena es que Borja se entera ahora mismo que lo de negociación era un eufemismo; los términos de la negociación incluyen como innegociable el precio, una forma de pago, unas condiciones de entrega y un volumen de entrega comprometido. Eso sí lo de pagar con confirming es solo recomendable.

A Borja no le queda más remedio que aceptar. En definitiva resulta que el supermercado tiene que bajar el precio de los huevos, porque ya no le vale aplicar las técnicas de marketing tradicionales (¿arreglarán las ruedas de los carritos?) y necesita ser conocido como el sitio más barato. A Borja le dicen que va a seguir ganando el mismo margen que antes, aprovechando la bajada de precios.

Borja acepta, baja sus precios, vuelve a recuperar el margen que tenía antes de apretar al del pienso y llega el fin de mes. Lo malo es que con el fin de mes aparece una carta en el correo. El banco dice que, como los activos valen menos y se espera una facturación menor, considera que ahora Borja es un cliente de riesgo; por lo tanto tiene que cancelar la póliza (aunque podrá negociar para poder renegociar pagando, por supuesto, un poco más por que ahora tiene más riesgo). Al comenzar a hacer las cuentas Borja se da cuenta que ahora gana menos a cada huevo. ¿Cómo es posible? ¿Si me han bajado los precios del pienso en el mismo porcentaje que el precio? Cabreado llama a Lolo; este le cuenta que ahora le queda el mismo porcentaje que antes pero sobre un precio menor.


Pero Borja ahora no sabe cómo pagar las letras de la maquinaria, no sabe porque han subido y porque a cada huevo le gana menos. Trata de producir más; pero Lolo (tan majo que era y ahora que tanto le odia) le recuerda que hay unas cuotas que no se puede pasar (¿desde cuándo?); le recuerda que es importante cumplirlas para que no caiga el precio. Llama al representante de la cadena y le cuenta que necesita vender más huevos para pagar la maquinaria.

El representante le dice que le han llamado varios en la misma situación y que,  a partir de ahora, los precios se fijan desde la cadena y que van a bajar. ¡Ahora ya ni hay eufemismos vestidos de negociación! la cadena impone los precios.

Borja no cubre los gastos, porque le han vuelto a bajar el precio. El banco le aprieta. El vendedor de pienso le aprieta. Ha ido pagando unos gastos y aplazando otros; pero hoy los gastos son superiores al precio. Si le preguntan dirá siempre que  todo es problema de liquidez. Al final, con gran pesar, tiene que presentar la declaración concursal. Borja pasa a ser un proscrito.

El banco se queda la granja pero se olvida de darle de comer a las gallinas. Unos meses después Lolo, que ahora es inspector del Banco de España (¡siempre fue muy listo!), en una de las inspecciones rutinarias tan rigurosas a la entidad financiera, se da un paseo y descubre que tras una partida contable están un montón de gallinas muertas, huevos podridos, y pienso estropeado.

Ante el olor, el sagaz inspector llega a la conclusión de que el balance de la entidad escondía Activos Tóxicos.

Lolo será siempre un héroe porque él siempre anticipó lo que iba a ocurrir y es un gran experto. (Por no mencionar las medallas que le tocaron por encontrar los activos tóxicos que ninguna inspección detectó).

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