Hablando de economía y empresa, la confianza en el futuro y la exactitud de la información contable son dos variables fundamentales e insustituibles.
Cuando la confianza se ve deteriorada, las perspectivas futuras de los agentes se ven afectadas, siempre a la baja.
¿A qué me refiero con confianza?
Con el término "confianza" hago referencia a la percepción que cada uno de los agentes participantes en una dinámica de transacciones económicas tiene con respecto del éxito de la relación económica, esto es, a la certera sensación de existencia de intercambios futuros satisfactorios.
Cuando nos encontramos ante la salida de una empresa a cotización, a ese título que va a salir a bolsa -ya sea mediante OPV u OPS- la exactitud de la información contable se le supone (como al soldado se le supone la existencia de valor), a modo de directa derivada de la veracidad (concordancia con la realidad), y ésta como consecuencia inevitable de la profesionalidad y diligencia de los responsables de la colocación.
Ahora bien, si ignorando la legislación vigente (Plan General Contable: Real Decreto 1515/2007 de 16 de noviembre), la opacidad valorativa y la tibieza profesional cohíben amenazadoramente el principio contable de prudencia, al tiempo que ponen en ridículo hasta la mofa y el escarnio públicos los criterios de valoración (valor razonable y valor neto realizable), entonces, la cosa más que a un mercado secundario organizado se parece al bodrio-juego de TeleCinco, el deleznable programita-concurso Allá tú!!, es decir, me quedo con una caja, sin saber el contenido. Pero aun así, yo muy feliz, claro, porque estoy saliendo por la tele, aunque termine haciendo el ridículo.