Si he de ser sincero, confesaré: no sé cómo eran los tan traídos brotes verdes, de hecho no sé con certeza siquiera si llegaron a existir.
Pero una cosa sí me resulta clara: con los brotes verdes ocurrió como con el famoso vídeo de Ricky Martin, el perro y la mermelada, que todos conocen a alguien que conoce a alguien que (seguro!!) lo vio.
Pero, claro, aquí tenemos una duda importante: en caso de haber existido, ¿los brotes eran realmente verdes o ya estaban pasados?
Esta cuestión no es baladí, más bien al contrario. Porque si eran verdes igual estaban demasiado tiernos y algun gigante (mercados, el enemigo público número uno ¿?) los aplastó de forma inmisericorde; pobrecillos, ellos, con lo tiernos que (aún) estaban...
Ahora que, bien pensado, cabe la posibilidad de haberlos tenido en su punto, y entonces, en ese supuesto, esta hipótesis me lleva a otra gran pregunta, ¿por qué se han esfumado?
Igual eran de una gran calidad y algún político hirsuto se los terminó fumando en fiesta de dilapidación económica. En observación de algunos comportamientos me inclino por esta opción, y he de subrayar la excelente capacidad alucinógena de aquellos brotes verdes.
Las paranoias y la manía persecutoria bien podrían ser efectos derivados de su ingestión en aplicación fumada, ¿no creen ustedes?
Lo que sí resulta claro es que la ciclotimia que comienzan a mostrar algunos políticos (que saben más que todos los economistas juntos), preocupa. Y en este caso no hago referencia a nuestro país. Ni a un partido político en particular. A mí me preocupa.
Dicho lo cual, desde estas líneas debo proferir un sonado llamamiento:
Señores políticos de la europa (desarrollada) y del resto del mundo (desarrollado), legalicen de una vez el cultivo -y consumo- de brotes verdes (aquí no cabe el auto-consumo, por supuesto), si no quieren que sigamos los pasos acelerados de algunos de nuestros compañeros PIGS. Porque lejos de ser malos para la salud, los brotes verdes terminan siendo buenos para el desarrollo económico, siempre que no se los fumen ustedes en una bacanal propia del sobredimensionado sector público.