EL ESTETA Y EL ASCETA
15-05-11
Vaya. Nos ha salido un título que nos recuerda a las tetas. En qué estaríamos pensando. Pues en tetas, ya que dicen los expertos que el hombre dedica a pensar en el sexo el 90% de su cerebro, mientras que la mujer invierte ese porcentaje en ir de compras y reformar eternamente la cueva, la casa. Nos complementamos. Darwin tenía razón.
No sabemos si fue Picasso, ese pintor que la gran mayoría piensa que es francés, quien dijo que la inspiración siempre le pillaba trabajando.
Así mismo, el gran y elegante jugador sudafricano de golf, Gary Player, contestó a un rival que le dijo que había tenido mucha suerte con un golpe magistral, a lo Seve (polvo enamorado) desde una trampa de arena: Es verdad. Cuanto más trabajo y más practico, tengo más suerte. No te digo, Gary. Di que sí.
El artista, da igual la disciplina, piensa que debe elegir: o soy un esteta, o soy un asceta. Error. El artista debe ser las dos cosas, quizás no a la vez.
Por un lado, hay tantos talentos desperdiciados por causa de un exceso de esteticismo. Pensamos enseguida en el gran Oscar Wilde, que se dedicó demasiado a salonear y divertir a las reprimidas (pero secretamente pervertidas) señoras victorianas, y se olvidó de que podía escribir mucho más y mejor. Vamos a llamarlo el complejo del esteta excedido. Seguro que Freud nos felicitaría por este gran descubrimiento, al igual que cuando en su día descubrimos y acuñamos la expresiónel complejo de las tetas ausentes que sufrimos los hombres sin saberlo. Esta gran teoría nuestra de la psiquiatría contemporánea ya se estudia en las mejores universidades, por cierto. Nos llegan muchas invitaciones para dar conferencias, pero nos da pereza hablar de tetas y de psiquiatría. A nosotros nos gusta gozarlas, coño.
Por otro lado, hay también muchos talentos desperdiciados por un exceso de ascetismo. Ahora no se nos ocurre ninguno pero seguro que hay muchos, entre otros motivos, porque si no el argumento principal de nuestra columna de hoy no existiría, y eso no mola nada. Se llamaría entonces el complejo del asceta excedido.
El artista, no importa su habilidad y talento, tan sólo hace algo titánico y único: transforma la realidad.
Sea algo físico o material (la pintura, la escultura, la papiroflexia), sea algo más inmaterial e intangible como la poesía o la música, el verdadero artista presenta una realidad trascendida, muy personal y nueva.
El Arte exige esfuerzo, trabajo y hasta dolor, no sólo sudor. De eso hablaba Picasso. Pero el Arte necesita también una materia prima, una arcilla primigenia todavía no moldeada: necesita una biografía.
No vale eso de copiar, y aunque sea muy bien, biografías ajenas. Eso es plagio. Eso es una mierda.
Por tanto, antes de crear es necesario vivir, y vivir muy intensamente, alocadamente, muy disolutamente. Si no, lo creado es teórico, libresco, impersonal, con falta de pasión, previsible, poco original y aburrido.
Dos ejemplos.
Tolstoi, ejemplo de monstruo del trabajo y al final de su vida un asceta insoportable que creó hasta su propia religión, tuvo una juventud propia de un pisaverde (preciosa expresión), un zascandil, un vago, un disoluto, un borracho y un jugador con grandes deudas de juego que su rica familia tenía que liquidar.
Proust, creador de una obra imposible, una de las más grandes e importantes de la historia de la literatura, estuvo media vida perdiendo el tiempo en los salones de aristócratas (donde por cierto nunca fue del todo aceptado, por ser un burgués, esnob y judío), hasta que un día decidió empezar a escribir, y se encerró durante veinte años en su dormitorio de paredes acorchadas (dormía de día y escribía de noche). Un completo asceta Proust. Quién lo iba a decir.
El esteta tiene que ser con el tiempo un asceta. Y el asceta debe haber sido antes un esteta.
La ascesis sin la estética produce una obra a lo mejor técnicamente perfecta, pero fría y poco emocionante. Y si el Arte sirve para algo, es para emocionar.
Qué difícil es emocionarse y emocionar!
Sólo esa feliz simbiosis del esteta/asceta lo consigue.
En vista de lo cual, nos vamos a poner un gin tonic y llamar a una amiga siempre disponible y obsequiante. El juego no, que no nos gusta, y nos da pereza hasta aprender las reglas.
No quedamos que antes de crear hay que vivir?
Pues eso.