LOS DETALLES, LAS PROEZAS
31-12-12
Las mujeres viven de detalles. Los hombres, de proezas.
Las mujeres desean detalles, atenciones, que casi nunca obtienen. Los hombres imaginan proezas, grandes realizaciones que tampoco casi nunca consiguen.
Al final, la vida en pareja consiste, en unas, a renunciar a los detalles, y en otros, a desistir de las proezas.
El gran secreto del amor es que el hombre regale toda suerte de detalles a la mujer, y que ésta, admire y elogie, aunque sea falsamente, las grandes proezas de su hombre.
El hombre y la mujer han tenido caminos divergentes en la evolución. En el mejor de los casos, se podría argumentar que habilidades complementarias: las carencias de aquél, las restituye ésta, y viceversa, que significa al revés o algo parecido (no nos vamos a levantar a mirarlo).
Las mujeres lo tienen muy fácil: que admiren y canten como una epopeya y un poema heroico a lo Homero nuestras acciones, aunque sólo sea ir a la esquina a buscar el pan, con los tremendos peligros épicos que ello supone (te puede atropellar un coche, por ejemplo).
Los hombres, más perezosos y más despistados, sólo atentos a nuestros grandes logros (cómo arreglar todo un país o cazar un mamut gigantesco), debemos fijarnos en lo cercano y no en lo lejano, en lo próximo y no en lo distante: tenemos la joya de la mujer al lado, y no sabemos ni dedicarle una palabra amable, ni una sonrisa cariñosa, ni una llamada imprevista, ni una cena romántica y a solas no organizada, ni un regalo fuera del calendario oficial (ni siquiera de éste nos acordamos: cumpleaños, aniversarios), ni un beso ni un pellizco sin venir a cuento.
Por eso los hombres gustan de leer periódicos, y las mujeres revistas del corazón: ellos creen que pueden arreglar no sólo un país, sino todo el mundo; ellas, piensan que los hombres vivimos al ritmo de su corazón y sensibilidad, y no saben que sólo vivimos para el fútbol y la cerveza.
El hombre que reconoce la importancia de los detalles, que sabe darlos, que sabe crearlos y generarlos de la nada de la rutina diaria, es el verdadero héroe homérico y romántico para ellas.
Nada más valioso e insobornable que tener el corazón de una mujer, su amor incondicional. El privilegiado del hombre de turno, se distrae con sus inútiles e infantiles proezas, cuando no sabe que su mayor heroicidad, su mayor logro es poseer el corazón de una mujer.
Tanto valor tienen los detalles que los hombres despreciamos. Tanto poco los logros que casi nunca conseguimos.
El hombre tiene que dejarse de pollas homéricas, y además de centrarse en su polla, algo siempre conveniente y recomendable, concentrarse en la vida heroica y diaria de la convivencia con una mujer, porque entonces será regalado con los mejores dones y premios de los Dioses.
La mayor proeza de un hombre es querer a una mujer, y que ella se sienta de verdad querida.
Por los detalles, no por las proezas, nos quieren las mujeres.
No lo olvidemos nunca, hombres.