El petróleo está marginalmente más débil en estos momentos tras ocho días consecutivos de ganancias. No hay nunca un buen momento para una crisis de petróleo, si ésta pudiera ser catalogada como tal, pero la subida a la que estamos asistiendo ( Brent sube un 12% en el mes) viene en un momento en el que los tipos de inflación parece que van a caer. Esto es más evidente en el Reino Unido donde la caída de la subida del IVA en el cálculo YoY ha permitido que la inflación caiga hasta el 3.6% desde un 5% en los tres meses anteriores.
Con los precios del petróleo subiendo, siempre surge el debate si el movimiento al alza llevará a niveles más altos de precios y si esos mayores costes se repercutirán al consumidor, o si la contracción en los ingresos bajará el consumo. En realidad, siempre es una combinación de los dos. El primer caso depende del poder de fijación del precio de aquellos que sufren aumentos de precios y, por su parte, los consumidores también dependen de su capacidad para compensar la pérdida de ingresos vía por ejemplo préstamos, trabajando más horas o reduciendo el consumo de energía. Tanto para el Reino Unido como para EEUU, la mayoría de los medios por los cuales los particulares pudieran rebajar los costes de la energía son limitados, por tanto nuestra previsión es que una subida sostenida de los precios del petróleo haría daño al consumidor. En EEUU (donde los precios retail son más sensibles a los movimientos de los mayoristas), el gasto en gasolina como porcentaje de los gastos de consumo tiene una tendencia al alza desde 2009 ( justo por debajo del 6% actualmente). Todavía, el incremento en los precios del petróleo no tiene el potencial para hacer descarrilar la mejor perspectiva de EEUU, pero sí que pudiera dañarlo, dadas las limitadas válvulas para aliviar la presión que tienen los consumidores.