La bolsa española es vehemente. Así se viene demostrando en los últimos años, burbuja tras burbuja. Y quizá sea por el alto nivel de popularización que ha alcanzado. Cuenta la layenda que Rockefeller (algunos textos dicen que fue J.P. Kennedy) supo que había llegado el momento de salir de la bolsa cuando su limpiabotas le habló de ella pidiéndole consejo para su cartera. A los pocos meses llegó el crash de octubre de 1929. La reflexión de aquel entonces fue que si los negros invertían en bolsa, poco dinero debía quedar ya fuera de ella, y por tanto sólo le quedaba recorrido a la baja.
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Hoy en día, por supuesto no se trata del color de la piel, sino del estrato social al que llega la querencia por la inversión masiva en la bolsa. En España se alcanzaron niveles de una elevada inversión popular durante la burbuja de las
puntocom. Y recuerdo cómo esa misma sensación, de que cualquiera invertía en bolsa como si de un IPF se tratara, la percibí también a partir del 1998 y 1999. Pues bien, después de la burbuja tecnológica, mi impresión es que la popularización de la inversión en bolsa llegó para quedarse, al menos en España. Obviamente, después de años malos (2000/2, 2008...), muchos especuladores escarmientan temporalmente y abandonan los mercados. Pero que la clase media o incluso trabajadora tenga intereses, directos o indirectos, en bolsa es algo muy arraigado en España desde hace más de una década. O sea, que aquellos limpiabotas de finales de los locos años 20 fueron barridos del mercado para no volver, mientras que la popularización de la inversión en bolsa en España es algo que
parece encajar sólidamente en la mentalidad de la clase media y trabajadora española.
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Generalizando temerariamente, diríamos que esa afinidad del españolito de a pie por la bolsa puede estar relacionada con la idiosincrasia del país: Baja productividad, absentismo laboral, sobredimensión del aparato funcionarial, criminalización del tejido empresarial, ausencia de la cultura del esfuerzo y de la disciplina, búsqueda del pelotazo, etc. Algo así como la antítesis de
la mentalidad laboral japonesa. Ludopatías aparte, el sentimiento general hacia la bolsa es el de la búsqueda de dinero fácil (sic). Cultura del pelotazo improductivo basado en la pura especulación, bien sea inmobiliaria, bursátil o hasta en
valiosas estampitas del BCE. Por supuesto, los medios de comunicación y el bombardeo constante de cursos y sistemas para "aprender a ganar en bolsa" (más sic), fomentan el espejismo ante los ojos de una sociedad insostenible y engordada a base de crédito virtual. Y ese mismo crédito que nos permitió creernos ricos y nos dió una sobredosis de liquidez, junto con el acuciamiento codicioso e inmoral de la banca, han fomentado también esa querencia generalizada hacia la bolsa que ha alcanzado a casi todo pequeño ahorrador, prácticamente hasta los mileuristas.
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La crisis y el deterioro social que
venimos advirtiendo desde 2007, desde luego, fomenta el consumo de juegos de azar en una búsqueda desesperada e irracional de un bienestar irreal vivido con anterioridad. Y probablemente la popularización de la inversión en bolsa se impregne también de ese componente ludópata.
Pelotazo fácil y rápido contra esfuerzo duro y diario. Quizá la productividad y la popularidad de la bolsa, en una sociedad como la nuestra, sean conceptos
inversamente proporcionales.
"Hay un método secreto para volver del casino con una pequeña fortuna: ir con una gran fortuna."
Isidoro Loi Escritor chileno.
"Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego."
Disclaimer: La bolsa es una inversión apta para muchos inversores. Pero no todos los inversores son aptos para la bolsa.