Como es sabido, siempre han existido esencialmente dos tipos de emisores de deuda: Los Estados o deuda soberana y las empresas o deudas corporativas. Los primeros, a pesar de ser peores gestores de sus activos, porque no hay gobernante que le llegue a la suela del zapato de un buen gestor empresarial, se caracterizan generalmente sin embargo por estar considerados como menos arriesgados. ¿Por qué? Pues porque a poco saneadas que estén las cuentas de ese Estado, en caso de llegar a vencimiento con apuros de tesorería o incluso insolvencia, le dan a la maquinita de imprimir billetes y pagan religiosamente su principal y sus cupones. Y en el caso de que la deuda sea en hard currency (USD o EUR) y la moneda local sea otra, siempre pueden imprimir cuanta moneda local sea necesaria para cambiarla por USD o EUR y cumplir con sus compromisos a vencimiento de la deuda. Al menos por esa vez.
Lógicamente esa "facilidad" de imprimir el dinero que haga falta, desemboca en una inflación galopante, a poco que el dinero corra por las venas de esas economías a una cierta velocidad. Pero ese es un problema que le es bastante ajeno al inversor, que simplemente compró un bono en hard currency de tal país, y a vencimiento recupera su principal e intereses religiosamente. Hasta que la hiperinflación y demás problemas económicos del país hagan temerario prestarle más dinero, claro está, pero afortunadamente el mundo es aún muy grande.
En cambio, los emisores corporativos no disponen de esa maquinita mágica de hacer dinero, y la devolución del principal más los intereses depende exclusivamente de la solvencia de sus balances. No hay comodín de la llamada. Los buenos gestores de fondos de renta fija corporativa se encargan de seleccionar y diseccionar los balances de las empresas más adecuadas y con un mejor ratio rentabilidad/riesgo. Y como hemos dicho antes, a pesar de que emiten deuda si red, los emisores solventes con negocios sólidos y directivos competentes, ofrecen una seguridad incluso mayor para el inversor que la que genera una impresora de dinero en manos de ineptos gobernantes, que cambian sus collares en cada legislatura pero siguen siendo los mismos perros afuncionariados de siempre. Personalmente normalmente prefiero la deuda corporativa bien elegida que la soberana, y además los yields o rendimientos suelen ser algo mayores. Pero en el mundo actual ha surgido un tercer tipo de emisor: El emisor de deuda soberana de países periféricos de la Eurozona.
Se trata de un híbrido tarado. Un monstruo contra natura con la apariencia de emisor soberano, pero al que le han amputado su impresora de billetes. En su lugar le cuelga un muñón amorfo envuelto con diversos harapos que tratan de cubrir un marcador que inexorablemente indica el coste que deben pagar los habitantes de ese país y sus descendientes por carecer de dicha impresora: La archiconocida prima de riesgo. Tenemos pues unos bonos emitidos por Estados cuyas economías además pasan por momentos de apuros, o sea que no estarían en la lista de la deuda soberana más segura que elegiría cualquiera con dos dedos de frente, ni mucho menos. Cuyos gestores o gobernantes vienen demostrando sus incapacidades y miserias, que se cotizan maquilladamente en el contador harapiento de la prima de riesgo. Y digo maquilladamente porque el BCE, que es quien tiene la única impresora de dinero autorizada, trata por todos los medios de poner harapo sobre harapo en los muñones periféricos para que a la maldita prima no le crezca excesivamente el culo y ahuyente definitivamente a los inversores. Porque una prima voluptuosamente atractiva pierde todo su sex-appeal en cuanto su volumen se dispara, y los inversores comienzan a preguntarse si ese país en cuestión se va definitivamente al garete.
Con la deuda soberana periférica estamos pues ante la creación de un Frankenstein, con el aspecto de deuda Estatal pero con la ausencia de la impresora de billetes, y con una insolvencia manifiesta y -lo que es peor- creciente. O sea, con las miserias de la peor renta fija corporativa pero el aspecto maquillado y siliconado de la deuda europea soberana, la del Norte. Una prima de riesgo respecto a la única deuda soberana segura (la alemana), distorsionada artificialmente por la complicidad política de quien tiene la única fábrica de dinero, el BCE. Por tanto, inversores a merced de unos pseudo-científicos terroríficos, en el que los perifericos somos las ratas de laboratorio con las experimentar. Y este engendro de deuda soberana periférica, abarrota hoy en día la mayoría de carteras "conservadoras" de los peor asesorados. Kafkiano, surrealista, pero está pasando.
Hace unos días explicamos que los euros chipriotas ya no valen lo mismo que los del resto de la Eurozona. Y que bien podíamos estar ante el "Experimento Chipre" que vaya a ser de aplicación al resto de la periferia. Y estamos también ante un escenario en el que la renta fija soberana periférica ha perdido su condición de soberana sin que la mayoría de inversores y asesores bancarios parezcan haberse percatado de ello, ya que su prima de riesgo se está diseñando en el laboratorio del BCE. Un laboratorio del que están saliendo ya demasiados engendros contra natura, peligrosísimos todos ellos para los inversores del Sur.