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La iliquidez es preferible a la insolvencia

Vivimos en un mundo convulso que además está del revés. Y como muestra de ello, apenas hace unos pocos días veíamos como la bolsa americana rebotaba notablemente ante el anuncio de que las solicitudes de desempleo se habían disparado de nuevo más allá de lo esperado por el consenso de analistas. O sea, que un mal dato económico hace retomar las compras a los inversores porque eso parece implicar que se seguirán fabricando dólares a ritmos vertiginosos.

 

Estamos pues ante un Mercado más esquizofrénico (si cabe) que nunca, donde los bancos centrales distorsionan las más elementales reacciones lógicas y correlaciones. La política gubernamental está siendo paradójicamente menos trascendente que la política monetaria. Y hoy el Sistema se rige más por las directrices de Bernanke y Draghi que por las de Obama y Merkel, a pesar de la, cada vez menor, influencia que puedan ejercer los últimos sobre los primeros.

En este escenario jamás visto del mundo al revés, la renta fija ya no está exenta de volatilidad. Y curiosamente los activos menos volátiles carecen de solvencia, léase depósitos bancarios o deuda soberana periférica. De hecho la insolvencia bancaria, por ejemplo española, se ha previsto enjuagarla con dinero de los propios depositantes. E incluso Bruselas se reunió hace 3 semanas para establecer negro sobre blanco el orden en el que se confiscarán los activos de los clientes de los bancos a los que haya que reflotar (el famoso bail-in en contraposición a los bail-outs que vimos en el caso de Grecia y Portugal). Hoy es vital la solvencia propia, puesto que la que viene dada por políticas monetarias y favores sistémicos gubernamentales se pueden acabar literalmente de la noche a la mañana...   

Por eso, parece claro que las inversiones en renta fija, es decir aquellas que tradicionalmente los inversores no han podido dejar a merced de los altibajos e incertidumbres de las bolsas, deben centrarse en emisores solventes. ¿Y dónde están esos emisores con garantías para devolver religiosamente el principal y los intereses a vencimiento? Pues obviamente en la parte del planeta donde las economías aún crecen y crecerán. Donde la clase media y alta es creciente, y la pobreza decreciente. En definitiva muy lejos de las economías desarrolladas occidentales, en la mal llamada deuda emergente.

Dicha deuda emergente es volátil, sí, pero solvente. y ese es el único norte que debe guiar hoy en día a los inversores verdaderamente conservadores. Es decir, a los que les importa mucho más el pan para mañana que la bollería grasienta y peligrosamente saturada de hoy. Y que están diespuestos a sumir hoy una volatilidad no deseada, a cambio de una solvencia segura a vencimiento. Una volatilidad que no es más que el fruto de una iliquidez propia de un mercado (el de la deuda emergente) aún paradójicamente inmaduro, puesto que las manos fuertes e inversores institucionales siguen todavía centrados condenados en activos de economías desarrolladas recesivas.

La deuda emergente está hoy aún infravalorada e infrautilizada por los inversores de todo el planeta, porque como dijo el responsable del fondo de bonos corporativos emergentes de Nordea, Jeff Kalinowski: “Cuando el peso de los activos de deuda emergente en la cartera de los inversores apenas alcanza el 3% y estos países casi representan la mitad del PIB mundial, existe la necesidad de un rebalanceo”. Y esta puede ser la clave que vaya reduciendo la volatilidad no deseada de este tipo de activos, además de favorecer su apreciación acorde con la solvencia de sus subyacentes.

Mientras eso no suceda, deberemos soportar vaivenes quizá de vértigo para muchos. Pero que no nos deben hacer olvidar que nuestro único norte en este mundo financiero caótico y letal, debe ser más que nunca la solvencia de los emisores cuando de renta fija se trata, y el Valor cuando hablemos de renta variable. Ambos conceptos son claves esenciales de lo que debemos buscar a lo largo de toda nuestra vida inversora. Sólo así conseguiremos que nuestras pérdidas sean sólo temporales, transformándose en jugosos beneficios a medio y largo plazo; y evitaremos las pérdidas definitivas o permanentes, que son las que arruinan verdaderamente a las familias inversoras.

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