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¿Seremos el mercado germano de los años 20 en este siglo XXI?

 

La mayoría de empresarios, empleados, parados e incluso funcionarios de este país se preguntan hasta cuándo va a durar esta crisis, esta agonía para el Estado del Bienestar que azota a las economías domésticas y empresariales de forma aguda y persistente. Pero me temo que la respuesta no coincide con las esperanzas de la población española.

 

Y es que ante un escenario como el actual y un horizonte tan negro, que la población en general tome conciencia del desierto que le queda por cruzar, posiblemente resulte de poca ayuda. ¿De qué serviría que millones de personas se conciencien de que su futuro será aún peor que su presente durante muchos años? Qué utilidad tiene que los jubilados sepan con antelación que sus hijos van a tener que delinquir para alimentar a sus nietos, que el único puesto de trabajo que aún mantiene una familia va a desaparecer, que las condiciones de vida de las familias hoy austeras se convertirán próximamente en miserables y marginales, o que el empresario no va a poder seguir aguantando las pérdidas, y que la ruina de la compañía se llevará por delante el bienestar futuro de su familia, antaño acomodada.

No sirve de nada que nuestra clase media o media-alta tome conciencia de que su estatus morirá de sed e inanición en el desierto que tenemos ante nosotros. Tan sólo produciría una aceleración del proceso y un deterioro social aún mayor. Quizá podríamos compararlo con el hándicap que nos supondría conocer detalles de desgracias futuras, por ejemplo saber cuándo vamos a morir, o a qué edad sufriremos cáncer o un accidente. A veces de poco sirve conocer la desdicha futura, si va a ser inevitable. Podemos sacar provecho de saber que el futuro es incierto e incluso que el futuro será favorable, pero no siempre nos ayudará saber que nos espera la tragedia. Mantener la esperanza nos ayuda, eso lo saben bien los religiosos, incluso cuando no hay motivos objetivos para el optimismo, y dicha esperanza es fruto de la mera ignorancia.

Nuestro Estado del Bienestar vive en la permanente esperanza de la recuperación desde hace ya varios años. Desde los esperpénticos brotes verdes hasta las previsiones macroeconómicas tozuda y sistemáticamente erróneas. Pero ello no significa que estemos cerca de ninguna mejoría. Los planes de quienes pueden decidir cuándo se debe producir esta reactivación económica en la periferia de la Eurozona son otros. Y es que son el BCE y Alemania (con el permiso del resto de economías influyentes del planeta, como China, EE.UU. etc.) quienes decidirán cuándo países como el nuestro han purgado sus excesos lo suficiente. Cuándo nuestro endeudamiento se ha desapalancado lo suficiente, nuestros sueldos se han bajado hasta niveles competitivos, nuestros presupuestos públicos se han encogido y equilibrado bastante, nuestros bancos se sostienen por sí sólos, o nuestros inmuebles han caído hasta precios asequibles para los depauperados bolsillos de nuestra sociedad. Y para todo ello, obviamente, aún faltan muchos años de travesía del desierto.

La receta del Vicepresidente Económico de la UE, Olli Rehn, es diáfana: “El estímulo fiscal para España no es la respuesta“. Rehn adviertió la pasada semana, en un discurso pronunciado en Varsovia, que los países periféricos con elevado endeudamiento no pueden permitirse el lujo de tomar medidas contracíclicas. Las prioridades para estos países son aún la estabilización de los balances de sus bancos (en referencia específica a España) y evitar que la presión de los Mercados se haga insoportable (letal).

Para que los Mercados sigan dándonos vida, el fuego que hay que tratar de sofocar con prioridad absoluta es el del déficit público. ¿Por qué es éste el fuego prioritario que debemos apagar? Pues muy fácil, porque nadie en Europa está dispuesto a rescatar ni a España ni a Italia. Y hoy por hoy el único que nos mantiene vivos, aunque a un sólo paso del precipicio o default, es Mr. Market, a quien le importa muchísimo si las cuentas del país cuadran o no, como no podría ser de otro modo. Por tanto, la receta europea para la periferia es seguir encogiendo el gasto público y aumentando la presión fiscal, para que el déficit no espante a nuestro único salvador.

La traducción de todo esto viene a ser que el enfermo está tan, tan, tan grave, que lo que hay que hacer por el momento es evitar que se muera por un paro cardiorespiratorio o por un fallo multiorgánico. Y más adelante, cuando el riesgo de muerte inminente -default, ruptura de la Eurozona o rescate masivo periférico(?)- se haya reducido, ya le trataremos sus enfermedades por orden de gravedad. Rehn lo dice bien claro, no estamos en condiciones de permitirnos reducir impuestos para reactivar nuestra economía, ni de tomar ninguna otra medida contracíclica, sencillamente porque estamos casi desahuciados y no tenemos tiempo. Nos estamos muriendo y, unsorprendentemente aún confiado Mr. Market repleto de inversores institucionales desorientados por el New Normal, no nos va a medicar ni a intubar, porque su función es precisamente la contraria. No olvidemos que los carroñeros son una parte esencial e higiénica de la cadena de la vida, y también de la Economía, porque reciclan los deshechos de los débiles y enfermos que quedan en el camino, para la reutilización de los recursos. Cruel, sí, pero salubre. Por tanto, o cuadramos nuestras cuentas a la desesperada o Mr. Market nos desahuciará y la Eurozona estallará en pedazos.

Probablemente Alemania y la Troika confíen en que la sociedad periférica, en esta generación educada en el bienestar, soporte las penurias del desierto con disturbios moderados. Al fin y al cabo estamos hablando de españoles e italianos básicamente (Portugal y Grecia pesan mucho menos), con un nivel de formación y tejido social muchísimo más resistente que el existente por ejemplo en latinoamérica o en África. Y eso es lo que nos va a hacer, nos está ya haciendo, admirablemente resilientes y dignos ante un empobrecimiento brutal, que generaría mucha más violencia callejera y delincuencia generalizada en cualquier sociedad a medio alfabetizar. Probablemente por eso la Europa del Norte confía en que nuestra sociedad educada y ex-rica del sur aguante el chaparrón, sin generar primaveras periféricas que desahuciarían el proyecto europeo de un plumazo. Como ya advertimos hace 4 años, el tejido social no podrá sobrevivir mucho más tiempo a este desierto sin graves disturbios, porque aún no se intuye su final, y estamos paliando temporalmente la zozobra sólo a base de esperanza e inercias del extinto Estado del Bienestar.

Este parece ser el plan, si se le puede llamar así, trazado por el corazón centroeuropeo y sus economías dominantes. Y si conseguimos sobrevivir a este desierto en el que nos abandona Alemania, el futuro podrá volver a ser de una Europa tal y como la conocemos. Pero ojo, estamos hablando de que la periferia vuelva a crecer con fuerza dentro de una generación, porque la actual se va a perder, está ya perdida aunque no seamos conscientes de ello. Y para volver a emerger tardaremos quizá dos décadas desde que la deuda colapsó nuestra economía, ya hace más de un lustro. Los españoles estamos pasando de ser nuevos ricos a ser los pobres de siempre, purgando y sufriendo hasta que llegue nuestra segunda oportunidad. Y Alemania esperará paciente y atenta a nuestro deterioro, porque ese mercado creciente de 250 millones de consumidores de clase media que necesita su economía está hoy en barbecho, pagando sus excesos y preperando el que va a ser de nuevo el gran mercado para Alemania en los años 20, pero esta vez del s. XXI.

El Norte y su fortaleza económica escribe el guión, y el depauperado Sur lo suscribe y lo sufre aplicadamente desde la ignorancia. Así se está escribiendo la Historia de Europa. Las guerras de antaño parece que afortunadamente dejan paso a batallas financieras, de competitividad y de flujos económicos. Y para seguir formando parte de la Eurozona, a los latinos nos toca perder aún muchas batallas durante años. La periferia de la Eurozona será perdedora, o no será. Y es que de otro modo quizá pudiéramos ser dueños de nuestro propio destino, pero no en la Eurozona conocida. Aviso a navegantes e inversores para los próximos lustros.

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  1. en respuesta a José Manuel Durbá
    -
    #2
    11/03/13 21:07

    Nel·lo, me encantaria poder creerte. Pero lamentablemente los balances de los bancos centrales de los países desarrollados, el endeudamiento público y privado, la quiebra del sistema bancario español y en definitiva la ausencia de solvencia de la periferia europea, demuestran tozudamente que la situación que vivimos lamentablemente no es cíclica ni fácil de purgar. El New Normal ha venido para quedarse, al menos en los países desarrollados, y quien no se adapte a vivir e invertir en este nuevo escenario, puede sufrir sorpresas que le cuesten muy caro.

    Salud!

  2. #1
    11/03/13 17:34

    Muy pesimista te veo ;)
    Leyendo el post me acordé de otra crisis anterior, la del 74-85 duró 10 años (en esta solo llevamos 5) yo era uno de los que accedía al mercado laboral en medio de la crisis, era parte de la generación mejor preparada de la historia que se iba a echar a perder, el paro entre los jóvenes estaba disparado, entre los no tan jóvenes también, se creo el Inem (no se para que)y sus colas interminables, era de los que no íbamos a tener seguridad social porque era inviable, de los que tendríamos que robar para alimentar a nuestros hijos, de los que viviríamos una revuelta social y asistiríamos al saqueo y al robo porque aquello no se iba a poder aguantar ya que el crecimiento y la opulencia nunca mas volvería. Los pisos no se vendían, las empresas quebradas se contaban por miles, sobre todo entre los promotores, la reconversión industrial emprendida por el estado no paraba de enviar gente al paro y las manifestaciones se sucedían. Las soluciones que se daban eran hacer viable lo inviable o simplemente eliminarlo, reducir deuda, rebajar derechos sociales, flexibilizar el mercado laboral, cambiar el modelo productivo basado en el ladrillo y en el sol y playa.
    Por lo visto se ve que tenemos poca imaginación en España porque siempre estamos dando vueltas a lo mismo.
    Y la opulencia volvió, vaya si volvió, con mas leña para el fuego y los mismos resultados. Si, ya se que ésta es peor (siempre la que estas pasando es la peor)pero saldremos como salimos de aquella y volveremos a entrar en otra del mismo estilo y volveremos a hablar otra vez de lo mismo.
    No lo dudes, volveremos a ser dueños de nuestro propio destino y esa cualidad la utilizaremos para darnos con la cabeza contra las mismas piedras una y otra vez. No seremos el mercado germano de los años 20, simplemente seremos nosotros, los de siempre, no necesitamos malos modelos de fuera tenemos nuestro propio mal modelo.

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