La famosa frase se atribuye al Barón Nathan Rothschild, un noble británico del siglo XVIII y miembro de la familia de banqueros Rothschild.
El debía saberlo. Hizo una fortuna en la bolsa de Londres aprovechando que estaba informado del resultado de la batalla de Waterloo horas antes que los demás.
Rothschild dió la orden a sus agentes de vender en la bolsa de Londres toda la deuda de guerra británica, provocando el hundimiento de este valor, pues la mayoría lo imitaron pensando que los ingleses habían perdido la batalla y la deuda no valdría nada en pocas horas. Rothschild siempre estaba bien informado y era oportuno imitarlo.
A continuación dió una nueva orden, comprar toda la deuda inglesa de inmediato. En unos minutos acumuló una inmensa fortuna, pues compró a muy bajo precio un valor seguro. Los ingleses habían ganado la guerra y era la deuda francesa la que no valía nada.
La información provilegiada y su ingenio, le habían hecho inmensamente rico.