Fuente: J.L.C. / Hedgeworld ThomsonReuters
Cada vez que se produce una crisis financiera se hacen buenos propósitos para evitar la siguiente y, tal como ocurre en tantos aspectos de la vida, una vez pasado el apuro, no tardan en olvidarse los buenos propósitos. ¿Sucederá ahora lo mismo?. Muy probablemente. De hecho, no hace tanto que los buenos propósitos se hicieron por última y penúltima vez: en 2002, con motivo del pinchazo de la burbuja tecnológica y en 1998, con la crisis de la deuda rusa y la quiebra meteórica de un potentísimo fondo de inversión libre, el Long Term Capital Management, gestionado por un grupo de personas entre las que se encontraban dos ganadores del impropiamente llamado Premio Nobel de Economía (ya que no fue instituido por Alfred Nobel sino por el Banco Central de Suecia). Para más ironía, uno de ellos es considerado uno de los padres de los métodos de valoración de opciones.
Podría decirse del sistema financiero internacional lo que solía decirse en los libros de texto de literatura española a propósito de Lope de Vega, que era "un gran pecador y un gran arrepentido". Sin embargo, entre quienes tienen la misión de que este tipo de crisis no vuelva a producirse, prevalece la sensación del ¡ahora o nunca!. De ahí que, coincidiendo con la inminencia de las elecciones presidenciales en EE.UU. y con la expectativa existente de que los demócratas podrían obtener un número más elevado de representantes, se esté discutiendo mucho en Washington cómo acometer una serie de reformas que permitan mantener un mayor control sobre el sistema financiero.