Hace unas semanas los interesados en tópicos macroeconómicos tuvimos acceso gratuito a un seminario de varios días en la FCE-UBA donde se presentaron trabajos muy interesantes con oradores de excelencia incluyendo a un premio Nobel de economía. Sin dudas, un espacio de aprendizaje y debate desde el cual habitualmente surgen preguntas, que a la luz de los acontecimientos domésticos e internacionales, son sustanciales para el futuro inmediato.
Se expusieron una diversidad de temas: desde políticas industriales para el desarrollo hasta experiencias de política económica en los países Latinoamericanos desde principios del presente siglo. Uno de los tópicos relevantes fueron las crisis macroeconómicas y sus determinantes. Si bien un temario no muy nuevo, desde el inicio de la crisis financiero internacional en 2008, ha cobrado gran relevancia académica. En este sentido, se expusieron nuevas perspectivas de abordaje de la problemática tales como la génesis de la formación de creencias y la aceleración de transmisión del flujo de información, en esas ocasiones caótica, que irrumpe en un ciclo de malas noticias sobre fenómenos que ex ante no parecían tener resultados adversos; esto es, como aburrirse en una fiesta de fin de año en la cual años precedentes había una gran diversión. Es evidente entonces que la formación de expectativas sobre un determinado fenómeno dados los resultados anteriores del mismo evento no siempre resulta en lo mismo. Eso es aún más notable dado el espacio de inicio de la crisis mencionada: países socio-económicamente desarrollados.
Como es habitual, el debate entre los integrantes de este blog no se demoro mucho sino hasta el final de cada ponencia. Desde ese ámbito se fueron gestando otros interrogantes; algunas de ellos, los compartimos en este espacio.
Uno de los interrogantes que más se ha venido debatiendo desde el inicio de la crisis es la posibilidad fehaciente de la determinación e identificación de tendencias conducentes a crisis. Desde este punto, uno de los aspectos que se presentan es la posibilidad del análisis dinámico de las variables macroeconómicas en ciertos períodos de tiempo. Por otro lado, otro de los factores que se agrega es el costo político que traería aparejado la continuación o cambio de rumbo de una determinada economía política, identificada o no la tendencia hacia una posible disrupción.
El primer aspecto, relacionado con identificar las tendencias, es uno de los desafíos fundamentales que tienen académicos y gestores de política económica; concretamente relacionado al campo de estudio de los ciclos económicos. En este sentido, serían esperables nuevos enfoques y revisiones sobre el tema ya que aquí existen divergencias notables respecto a la perspectiva de las dinámicas económicas y el timing correcto de su administración. La pregunta usual se relaciona con cuál es el momento que los gestores de política podrían derivar en un estado correcto, para que la administración del ciclo económico o el intento del mismo a través de los elementos de política, dada la naturaleza del ciclo, determine un cambio en uno o un grupo de fundamentales que determinan el crecimiento económico y su aceleración en aras de modificar el ciclo. Esta proposición, si bien entendemos que es esperable, es notoriamente compleja.
Ese grado de complejidad está intrínsecamente relacionado a la compresión e identificación del verdadero fenómeno detrás de cada estado de la economía. En el segundo párrafo citamos la idea de que una fiesta será divertida dado que las anteriores lo fueron para anotar el caso acerca de que cierto comportamiento de variables no siempre resultará en el mismo resultado o performance macroeconómica. Sino notemos que hasta 2007 se había generado un gran consenso del manejo macroeconómico y las bondades de la diversificación del riesgo a través de los mercados financieros cualquiera sea la calidad de los títulos. No obstante, hacia finales de Septiembre de 2008 esto pareció una tesis del pasado lejano ya que el consenso se había trasladado a un lugar sustancialmente distinto. Por lo tanto, podemos sugerir que al menos no siempre ciertos fenómenos que determinan un resultado hoy, van a determinar un resultado similar mañana o en momentos futuros. Esto parece más evidente al observar los fenómenos sociales.
Desde esa perspectiva, analizar e identificar ciertos acontecimientos que pueden conducir hacia una crisis tiene una restricción que podemos decir que es casi natural a dichos acontecimientos. Esa limitación está dada por la relación existente entre el conocimiento y la ocurrencia de hechos en un período determinado. Pues, la velocidad de identificación, compresión y eventual creación de conocimiento es evidentemente menor a la ocurrencia de los fenómenos. En consecuencia, en el campo de estudio de las fluctuaciones económicas se debe asumir que el ejercicio de minimizar los mismos presenta dificultades y que, más temprano o más tarde, las crisis sucederán con distintos grados de profundidad, alcance y frecuencia. Ciertamente, como hechos inevitables en la historia económica mundial.
Por otra parte, a esto se suma como lo mencionamos anteriormente, un segundo factor de interrogación: el costo político que eventualmente deberían enfrentar los gestores de la política económica contemporánea al determinar que la administración de la misma puede incluir la minimización del crecimiento económico como resultado en aras de brindar sustentabilidad a la dinámica de los fundamentales económicos que determinan el mismo. Aspecto que involucra claramente a la economía política y sus límites y arreglos institucionales. En este sentido, imaginemos cómo decirle a los demandantes estadounidenses de hipotecas en 2007 que su sueño de casa propia debía ser demorado ante la eminente crisis de liquidez y solvencia en el corto plazo o bien, observando el sur, cómo presentar un programa de estabilidad macroeconómica en Argentina en el año 2007 a fin de que la inflación evidente no deteriore la estabilidad de la creación de empleo e inversión productiva y, a su vez, sea entendido por la sociedad como un beneficio de mediano plazo.
El costo que afrontará la economía política dependerá de la fase del ciclo donde se encuentre la economía en ese momento y del apoyo social que tengan los administradores de la política contemporánea. Este es un aspecto determinante ya que por un lado, la posible reversión de la gestión de política económica debe contar con un apoyo necesario y, por otro lado, la nueva política económica posiblemente deba emprender la minimización de los beneficios de corto plazo de la bonanza económica con el objetivo de sustentar la dinámica. Por lo tanto, la estrategia será la de evitar el sesgo populista en la política económica a pesar de la pérdida de credibilidad en los que apoyan la continuación del bienestar coyuntural. Seguramente, administradores de gobierno que impulsen cambios en ese sentido deberán tener el capital necesario. Ese espacio de gestión es dado, por ejemplo, en instancias iniciales da administraciones de gobierno.
En consecuencia, hemos notado aspectos trascendentes de la política macroeconómica que no siempre son tenidos en cuenta. Esto es, la administración de la política económica tiene restricciones tanto desde el lado de la economía política, como desde la evidencia misma del conocimiento de la gestión de variables a través de la identificación fehaciente de su relación causa-efecto, la cual parecería tan diversa como la naturaleza misma. Desafíos de envergadura que aún tienen las mentes más brillantes y los políticos que deseen maximizar los beneficios de su gestión.