La dinámica económica de los países parece repetirse a lo largo de la historia. Períodos iniciales de crecimiento económico, generación de empleo y aumento en los niveles de consumo se establecen en un contexto de auge económico. Durante esos momentos es cuando las percepciones de los individuos se sesgan hacia juicios positivos los cuales empujan aún más el ciclo expansivo. Esos procesos, por otro lado, tienen componentes de retroalimentación generados por los sistemas financieros a través del canal del crédito y, por otra parte, ciertas señales que parecen correctas respecto a la duración o, más al extremo, la perpetuidad del ciclo.
El proceso señalado no puede darse sino existe un acondicionamiento de los marcos regulatorios cuyo rol, es de esperar, debería limitar los ciclos abruptos. Políticas e instrumentos de estabilización se han tornado en elementos controversiales luego de la última gran crisis financiera internacional. En este sentido, no podemos olvidar el accionar desacertado de muchos gobiernos democráticos en el marco de la exuberancia precedente a la crisis. Paradójicamente, los ciclos de expansión no parecen haber sido monitoreados y limitados por organismos de regulación. Por el contrario, se encuentra en ellos un comportamiento acomodaticio que, en primera instancia, impulsa las expectativas positivas sobre la sostenibilidad de los escenarios expansivos, configurando características de prociclicidad a los demás agentes.
En ese marco, la génesis del proceso de determinación de las percepciones y las expectativas o, también, los hechos que las pueden influir, se torna al menos inconsistente. Los sesgos en las tomas de decisiones de los individuos en escenarios inmediatos anteriores a hechos disruptivos parecen elementos basales dentro de las dinámicas complejas que coadyuvan a la determinación de los ciclos económicos. Entonces, modelar esa génesis en aras de una política económica adecuada, se transforma en una especie de estudio de entramados procesos de una variedad de comportamientos que tienen la particularidad de evaluarse correctamente solo en un estadío posterior, es decir, ex post. Si bien tenemos algunos elementos, instrumentos y/o señales de precaución tales como el crecimiento abrupto de las acciones, las sobrevaluaciones inconsistentes de ciertos activos y el aumento acelerado del crédito en cierto período de tiempo; es particularmente sutil anunciar un cierto freno a la expansión económica.
Suavizar las expansiones, en la mayoría de los casos, es recortar crecimiento del crédito, del consumo y la actividad económica. Ante cierta imposibilidad de esas medidas en escenarios de transformaciones de la realidad hacia cierto ambiente de holgura perpetua, la política económica y la sociedad se introducen en una fase de optimismo construido desde una óptica de rasgos que suelden estar notoriamente alejados de los hechos que la han caracterizado momentos precedentes. Pues, los procesos de creación e invención son solo componentes de cierta fase económico-social de los países ya que, aunque sea un continuo entramado social, las limitaciones de los efectos directos y las externalidades producidas tienen un mayor poder de demarcación. Al menos lo podemos notar al observar la historia económica mundial.
Sin dudas, la complejidad del comportamiento macroeconómico determina que todo análisis diste de ser sistémico. Maximizar la función objetivo de análisis se ha enfrentado a grandes restricciones estáticas y dinámicas. Los avances tecnológicos, el uso de una mayor disponibilidad de información y un relativo aumento de la capacidad de aprendizaje de la fuerza de trabajo en términos agregados, generan un cúmulo flexible y de grandes mutaciones que restringen marcadamente la capacidad de gestión de los hacedores de política económica, es decir, la reducción temporal o la aceleración del avance tecnológico, la mayor implementación de innovaciones y las mejores capacidades de los individuos ante los nuevos modos de vida, pueden ser favorables pero también generadores de dificultades en relación a la distribución del ingreso y la inclusión social. Consecuentemente, las macroeconomías ganan complejidad y desafíos. En ese marco coexisten las transformaciones en el comportamiento de los agentes y las señales que estos generan hacia los principales agentes que deben gestionar la estructura de regulación y evitar las disrupciones.
Quizás una de las respuestas a todo ese complejo de comportamientos solo la podríamos encontrar en la nostalgia suprema, las fantasías melancólicas y las construcciones ilustres de la realidad ya que estamos hablando de individuos que interactúan bajo emociones y una pequeña dosis de lógica racional. Todas propuestas por el gran García Márquez y de gran similitud a lo que en muchas ocasiones observamos en la vida socioeconómica de los países. Tal vez sea un modo inteligente de ver esa realidad, de la cual las economías no se pueden extraer, pues son parte del todo, son parte de esa naturaleza de objetos y protagonistas que se transforman con el tiempo. Desde su literatura, García Márquez nos puede enseñar esos métodos.