No quiero ni voy a quitar importancia al notable diferencial que se ha establecido hoy entre los tipos de interés del bono alemán y del español a 10 años. Más de 500 puntos básicos. Así, a primeras horas de la mañana el tipo de interés del bono español era del 6,46% y el del bono alemán del 1,44 %, un diferencial del 5,02% cotiza el mercado la adquisición de deuda soberana española a 10 años.
Bien, dicho esto y volviendo a la introducción, cotizar un interés del 6,46% para financiarse no debería de ser motivo de escandalo, visto de forma absoluta y no relativa. No hace muchos años se superaba el 10% y estábamos en una época de crecimiento. Han sido los bajos tipos de interés los que han propiciado esa burbuja de deuda mundial que ahora nos pasa factura e impide que los tipos de interés retomen el camino alcista que les corresponde en buena lógica.
El préstamo de dinero no puede cotizar en negativo o ser nulo. El índice de inflación que actualmente se está dando en gran parte del mundo occidental está entre el 1% y el 3%. Los tipos oficiales de interés entre el 0% y el 1%. Lo que significa que sobre el papel quien presta dinero como mucho mantiene su valor y no obtiene ningún beneficio por ello. Del riesgo de impago, ni hablamos. También va a costa del prestamista. Lo cual es un absurdo total.
En conclusión, la economía financiera está desequilibrada oficial y prácticamente. Los intereses no pueden ser nulos o negativos. Algo no funciona bien.
Sí, ya sé que un incremento de los tipos conllevaría una mayor dificultad para el crecimiento y consecuentemente un peligro de impago para las diferentes deudas referenciadas a determinados índices. Pero se podría perfectamente hacer “borrón y cuenta nueva”, marcar unas referencias y plazos para esas súper-deudas asumidas con bajos tipos e introducir de ahora en adelante tipos de interés realistas y prácticos, que vuelvan a servir por si mismos de regulación de los mercados financieros. Todo lo que no se haga en este sentido seguirá siendo “pan para hoy y hambre para mañana”. El crecimiento artificial no es sostenible ni conveniente.