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Tristán, enséñame la pasta de las subastas judiciales

 

Acaba de hacerse firme y definitiva la adjudicación de una subasta que me ha hecho recordar con mucho cariño a todos esos gilipollas que llevo casi treinta años escuchando quejarse de lo mal que está el negocio de las subastas y que ya no es posible ganar el dinero que se ganaba antes.

Supongo que cuando dicen "antes" se refieren a antes de la Guerra de la Independencia.

Porque lo cierto es que desde la primera subasta en la que participé a mediados de los años ochenta hasta esta última subasta que me acaban de adjudicar, yo no he hecho otra cosa que ganar dinero y ver como mis contendientes también se hinchaban a ganar dinero. Éstos incluso más que yo, dada mi escasa afición a correr riesgos. 

Y eso que yo soy prudente y nadie me ha oído nunca manifestar que las subastas judiciales estén llenas de chollos. Al contrario, siempre digo que lo más normal es conseguir rebajas de hasta el treinta por ciento respecto del valor real de los activos subastados. De hecho, se cuentan con los dedos de las manos los dobletes que yo he podido conseguir en toda una vida de invertir mi dinero en el negocio de las subastas. Para contar los tripletes me basta una mano.

O sea, que como idea de negocio en que invertir mi dinero las subastas son una idea de negocio genial. Pero se trata de un negocio a largo plazo. Comprar, vender, volver a comprar, volver a vender y así sucesivamente vamos consiguiendo que un capital inicial modesto se vaya convirtiendo en una cosa más seria gracias a una serie de inversiones rentables sucesivas.

No existen las inversiones inmobiliarias de comprar en doscientos mil euros y vender en dos millones y conseguir en una sola operación lo que en realidad cuesta años de muchas inversiones rentables consecutivas.

Al menos yo nunca he conseguido multiplicar por diez una suma tan considerable de dinero. 

Y nunca es nunca.

Pero una cosa es eso y otra cosa es la larga procesión del santo quejido que llevo casi treinta años escuchando acerca de que en las subastas ya no se puede comprar a los precios de antes. Esas mierdas las  llevo escuchando desde que me tomo esto en plan profesional, allá por el otoño de 1991. 

Una y otra vez, en todas las subastas presenciales era típico ver al triunfador salir de la subasta contento y al resto de subasteros salir cariacontecidos y preguntando a dónde íbamos a llegar con el alza de los precios de adjudicación. Todos quejándose de lo mismo pero todos participando, una y otra vez, en todas las subastas que se celebraban.

¿Por qué iban a todas las subastas si ya no era posible comprar barato?

Parecen historias antiguas porque son de la época de las subastas presenciales, pero ahora con las electrónicas la cosa sigue igual. No hace falta más que echarle un buen vistazo al blog para ver que los cenizos, pesimistas y palizas de antaño le han dado el relevo a los cansinos, aguafiestas y agoreros de hoy.

Y es que toda esta panda de gafes y agonías no quiere darse cuenta de que este negocio de las subastas judiciales no consiste en participar en una subasta y forrarse a las primeras de cambio.

Primero hay que hacer una labor de filtrar, filtrar y filtrar.

Y esta labor de filtrar tiene que ir acompañarla con otra labor de investigar, investigar e investigar.

Y además hay que participar en todas las subastas que nos parezcan rentables, nos guste o no el activo subastado. Porque compramos para vender, no para tener una colección de casas molonas.

Tampoco hay que enamorarse de ninguna subasta. Dejad esa tontería para los novatos. Dejadles escornarse en batallas imposibles que les desmotiven. Nosotros a lo nuestro, a un poquito aquí, otro poquito allí e ir formando poco a poco nuestro capital.

Y haciendo todo esto que acabo de mencionar, lo más lógico, a menos que seamos unos tarugos, es que de vez en cuando consigamos algún éxito. ¿O es que cuando éramos niños y nos caímos cincuenta veces antes de empezar a caminar dijimos "tal vez esto no sea para mi"?

Yo nunca he comprado docenas de pisos. Mi media siempre ha sido comprar entre diez y doce pisos cada año. Los años muy malos he comprado menos de diez, digamos ocho o nueve. Los años excelentes he comprado trece o catorce. Pero mi media han sido unos diez o doce pisos que me han dejado unas rentabilidades modestas del 25 o 35%. Esa es mi media. 

Quien quiera ganar más dinero y más rápido, que juegue a la lotería.

La subasta que he mencionado al principio de este post va a ser uno de los poquísimos dobletes de mi vida de inversor inmobiliario. 

O sea, que me río yo de los cansinos agoreros que nunca van a poder comprar nada porque siempre piensan que los precios de adjudicación son demasiado elevados.

Y no solo yo lo veo así. Mi situación central en el negocio de las subastas me convierte en receptor muchas de las meteduras de pata de los novatos que se lanzan como kamikazes al negocio de las subastas sin haberse formado debidamente, pero también de los éxitos que están teniendo muchos de los alumnos que se han formado en mi curso de subastas.

 

 

Algunos éxitos realmente envidiables.

No voy a citar nombres, pero uno de Madrid que viene mucho por aquí lleva compradas varias cosas, siendo una de ellas un doblete de libro.

Otra alumna, ésta de Barcelona, compró por ciento veinte mil euros una VPO de más de cien metros cuadrados valorada en unos doscientos treinta mil euros.

Otro que empezó con un exiguo capital de diez mil euros, gastó la mitad en una plaza de garaje que vendió a toda leche en quince mil y luego, antes del haber concluido el primer año desde que se matriculó en el curso de subastas, lo invirtió todo en varias plazas de garaje que ahora está esperando a tener inscritas para poder venderlas.

Y así un montón de gente que continuamos ganando dinero en el negocio de las subastas mientras los quejicas que creían que esto iba a ser llegar y besar al santo se desgañitan llorando por los rincones.

Ahora que lo pienso, con las subastas pasa como con los níscalos. Hay años en los que apenas hay que buscarlos porque se ven a simple vista y yo y mi familia llenamos dos o tres cestas en un par de horas. Otros años solo llenamos una cesta tras buscarlos trabajosamente durante tres o cuatro horas. Y finalmente, este año nos hemos vuelto con media cesta tras toda una mañana de buscarlos con lupa.

Lo que nunca nos ha ocurrido, ni siquiera en los mejores años, ha sido que los níscalos saltaran por su propia iniciativa a las cestas. 

Y a vosotros, amigos lectores, ¿cómo os va en el negocio de las subastas judiciales?

 

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  1. en respuesta a Vicivicente
    -
    #43
    13/04/20 11:52
    Hola,
    ¿Al final que hicistes y como te fue?
    Saludos
  2. en respuesta a Inversius
    -
    #42
    08/05/19 19:42

    ¿Lo has vendido? ¿Te genera algún tipo de gastos como IBI, ...?

  3. en respuesta a Tristán el subastero
    -
    #41
    19/12/18 21:07

    Tristán, creemé lo que te digo: si puedes comprarlo y con mayor margen.

    En las electrónicas hay que saber buscar y cuando lo encuentras, lo que necesitas es mucho capital, yo a mis nietos les voy a dejar con mucho dinero, pero yo estoy de tiempo muy mal y de dinero lo justo para pasar el día, pero para comprar en subastas siempre tengo el dinero suficiente, a veces no lo entiendo y digo a mi esposa: no puedo seguir comprando, pero la semana pasada la llamé y le dije: ¿tú crees que puedo dejar pasar esta subasta por este precio? y ella que no es partidaria que me gaste tanto dinero me dijo: COMPRA, COMPRA y compré y me la adjudiqué, ahora a esperar a los ineptos, con algunos llevo ya desde el principio de las electrónicas, con todo pagado, adjudicado y sin entregarme los bienes.

    Saludos.

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