Los inversores somos un desastre. Desde el punto de vista económico clásico, claro: no optimizamos, no maximizamos nuestra utilidad, tenemos una capacidad limitada de análisis y memoria, nos afecta todo... Si Bayes levantara la cabeza, y le diera por compararnos con su sujeto modelo, probablemente la volvería a agachar.
El siguiente paso en la evolución de la ciencia económica fue pasar de la modelización normativa clásica a los intentos de teorización descriptiva. Dicho de otro modo, se incluyó a mediados de los ochenta una sub-disciplina que conocemos como Economía del Comportamiento, o Behavioral Economics. De su vertiente financiera ya he escrito un par de artículos (véanse I y II). Sin embargo, se ha dado otro paso más, gracias a la conexión entre disciplinas científicas. Si en la Economía del Comportamiento se analizan los límites a la racionalidad desde el punto de vista descriptivo, observando, estudiando y clasificando las distintas manifestaciones de la subjetividad del ser humano, existe una nueva disciplina, muy muy reciente, que aplica los conocimientos en Neurología para tratar de explicar qué mecanismos, químicos y biológicos, desencadenan tales manifestaciones. Se trata de la Neuroeconomía.
Podríamos definir la Neuroeconomía simplemente como una nueva disciplina que utiliza los métodos neurocientíficos para investigar los sistemas neuronales implicados en el comportamiento económico y la toma de decisiones. Diversos métodos se utilizan en experimentos neuroeconómicos para medir la actividad cerebral, entre los que destacan la Tomografía por Emisión de Positrones (PET) y la Resonancia Magnética (fMRI), que miden el flujo sanguíneo, y la Magnetoencefalografía (MEG) y la Electroencefalografía (EEG), que miden signos magnéticos y eléctricos, respectivamente.
Se están estudiando algunos procesos cerebrales, aislando el efecto estudiado y analizando qué zonas del cerebro y qué sustancias están implicadas en cada uno de esos procesos. Por ejemplo, utilizando ERP y fMRI, se ha podido observar que los estímulos que puedan considerarse “gratificantes” para el sujeto, tanto de tipo esencial para su vida (comida) como de corte socio-cultural y también estímulos monetarios, activan ciertas zonas cerebrales, como el córtex orbitofrontal (OFC), la amígdala y el núcleo accumbens (NAc), de tal forma que la misma red neuronal permite comparar distintas recompensas para los estímulos percibidos. Por otra parte, ciertos estudios han demostrado que el sistema límbico, relacionado con las emociones, se activaba cuando concernía a decisiones que implicaban una recompensa inmediata, mientras que para demoras temporales, o elecciones intertemporales (dicho de otro modo si queremos, diferentes flujos de caja en distintos momentos temporales), la activación más importante se producía en el córtex lateral prefrontal y en el córtex parietal posterior. Las relaciones entre ambas áreas neurológicas son las que determinarían la preferencia del individuo por una ganancia hoy u otra equivalente dentro de cierto tiempo, y qué tasa de equivalencia subjetiva asigna a tal decisión.
Además, se sabe que ciertas zonas cerebrales son especialmente importantes para la toma de decisiones en condiciones de riesgo, como son el núcleo accumbens y la ínsula anterior. El primero forma parte del entramado que se encarga de procesar la información sobre ganancias o recompensas, y es estimulado por emociones positivas para el sujeto. La segunda se relaciona con el proceso de información sobre pérdidas o castigos, y se estimula cuando se experimentan emociones negativas. Y ambas están relacionadas con la percepción del riesgo inherente a las opciones disponibles en un proceso decisorio, estando relacionadas dos sustancias: la dopamina y la serotonina.
Todas estas investigaciones están en pañales, esperando un mayor desarrollo que se producirá con el tiempo. El mejor conocimiento del sujeto decisor, o inversor en este caso, puede proporcionar mejores predicciones de su comportamiento. Y quizá, saber qué sustancias provocan qué reacciones cerebrales induzca a la creación de productos para ser "mejores inversores". Yo, con chocolate, estoy servido (todos sabemos que estimula la serotonina).
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