En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario.
George Orwell
Cuánto más leo y leo sobre esta crisis que nunca termina, más claro tengo que la sociedad está siendo engañada por los dirigentes que nos gobiernan. Probablemente estemos asistiendo al mayor ejercicio de manipulación cognitiva de la Historia. Las élites siempre se han esforzado en timar al prójimo, para “nadar y guardar la ropa” al mismo tiempo. Y sólo de vez en cuando, cuando el ambiente social está muy caldeado y temen por su integridad físicas, ceden parte de sus prerrogativas para que se calmen los ánimos y poder seguir gobernando a su antojo.
En general no comparto el punto de vista que la mayoría de la gente tiene sobre esas “élites”. En Rankia mismo, abundan las opiniones que otorgan a esa casta cualidades casi divinas. Todavía me acuerdo de Margrave… Los privilegiados existen, sí, pero que yo sepa no es un grupo inmutable, omnipresente, ni mucho menos inmortal. Ya sabéis que tengo formación de historiador. Echo la vista atrás y observo un montón de casos y situaciones en que unos privilegiados sustituyeron a otros o en que la casta, simplemente, fue aniquilada por la furia de la plebe. Los viejos emperadores romanos sabían de estas cosas. Cuando decidían la suerte de los gladiadores en la arena, con el movimiento hacia arriba o hacia abajo de su pulgar, tenían a un consejero personal pegado a su vera que les recordaba que su mandato era temporal, transitorio y peligrosamente mortal.
Todos esos cuentos sobre la “erótica del poder” están muy bien. Gobernar tiene que ser muy divertido y placentero en los tiempos de bonanza. Al menos para algunos… Sin embargo cuando las crisis arrecian y la desigualdad social se vuelve insoportable, sólo los incautos o los muy preparados se atreven a gobernar ante la vista de todo el mundo (aunque siempre habrá aventureros en busca de fortuna). En el pasado tenemos ejemplos para todos los gustos. Entre los incautos que se enfrentaron a las adversidades de la economía tenemos a Carlos I Estuardo de Inglaterra, a Luis XVI de Francia y al zar Nicolás II de Rusia. Por no tener a un consejero que les recordara el peligro de su profesión, la revolución se los llevó por delante. Los reyes españoles, en cambio, eran más espabilados. Cuando sentían el aliento de la muerte o temían por su seguridad, tomaban el camino del exilio. Y si no lo hacían, dejaban que el primer ministro de turno reprimiera a las masas trabajadoras que demandaban mejoras en sus condiciones de vida. Uno de esos ministros fue Antonio Cánovas del Castillo, el líder del Partido Conservador. Junto a Práxedes Mateo Sagasta, el líder del Partido Liberal, diseñó un sistema político bipartidista que se perpetuó en el poder durante décadas. Tanto monta, monta tanto, Cánovas o Sagasta… Este modelo pretendía emular la democracia parlamentaria británica del s. XIX; sólo que la España de entonces carecía de la grandeur del reinado victoriano. El régimen estaba carcomido por la corrupción, el nepotismo y el fraude electoral. Tras el asesinato de Cánovas en 1897 a manos de un anarquista italiano, ya nada volvería a ser lo mismo. Los incautos volvieron al poder para defender los intereses de las élites en un momento en que las tensiones sociales se agravaban por doquier. La Lliga Regionalista de Cambó –que viene a ser el antepasado de CiU-, hizo lo que pudo para apuntalar el sistema. Aunque sin demasiado éxito. El gobierno nacional pasó a manos del Partido Liberal-Conservador de Eduardo Dato. El nombre de la formación, es toda una declaración de intenciones… Dato era un “capullo” sin parangón… Vivía en su propia burbuja aristocrática y se encargó de reprimir a sangre y fuego al movimiento obrero. Sobre todo en Cataluña. Dónde aplicaba la ley de fugas siempre que tenía la ocasión… Hasta que un día, los pistoleros de la CNT lo cosieron a tiros cuando se lo encontraron en la Puerta de Alcalá.
La desigualdad no es un buen negocio
Siento el rollo… Pero es que podría hablar de la Historia de España durante horas y horas.
Me gustaría creer que los líderes actuales han aprendido de los errores de sus antecesores y que Esta vez será diferente. No estoy en contra del sistema capitalista ni de que la gente se forre a costa del prójimo. Siempre y cuando ese enriquecimiento se produzca dentro de unos límites razonables… Lo que no apruebo es que la Democracia sea secuestrada por una oligarquía que atesore casi toda la riqueza. La acumulación de poder por parte de una superminoría convierte en una farsa la supuesta independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y promueve todo tipo de corruptelas y situaciones bochornosas. Nos guste o no, ese es el camino en el que se ha metido todo Occidente. La calidad de las instituciones democráticas depende de la tradición de cada país y de la voluntad del Estado por redistribuir la riqueza entre sus súbditos. Algunos de ellos, como Ucrania o Grecia, se han convertido en un banco de pruebas dónde los oligarcas campan a sus anchas sin oposición. Y si la tienen, financian a movimientos políticos populistas o de marcado carácter fascista para que defiendan sus intereses.
La concentración del poder económico en los tiempos de crisis es un fenómeno que afecta al Capitalismo desde su concepción. Cuando las ventas caen y las deudas ya no son “aparentes”, los empresarios recortan los salarios para ganar en competitividad. Eso automáticamente afecta al consumo y si no se toman medidas drásticas para revertir la tendencia, la economía entra en una espiral deflacionaria típica de una Gran Depresión. Karl Marx creía que esto acabaría con el sistema… Desde luego, se equivocó. Sin embargo las contradicciones del Capitalismo siguen ahí y ahora reaparecen con virulencia cuando todo el mundo las creía superadas. La verdad es que tendría que leerme Der Kapital. O como mínimo releer El Manifiesto Comunista. Me cuesta hacerlo porque hay un anarquista dentro de mi… Todo lo que huele a dictadura me causa repelús. Pero sería un estúpido si no reconociera que en esas obras hay algunos argumentos potentes que invitan a la reflexión.
Mientras tanto, el 1% de la población atesora ya el 20% de la riqueza disponible. Porcentaje que pronto será del 0’01%. Como la recesión no remite, los capitalistas se devoran entre sí (otra profecía marxista interesante). Los empresarios endeudados sin acceso al crédito bancario lo tienen complicado para sobrevivir. Aunque recorten los salarios de sus trabajadores y se aprovechen de las respectivas legislaciones laborales para abaratar el despido. Cómo vemos en España, miles de ellos entran cada año en concurso de acreedores… Aguantan todo lo que pueden, pero es difícil salir de los juzgados. No sólo porque cuesta encontrar financiación para saldar las deudas; sino porque los bancos jamás acuden al pliego de quitas que salvaría a decenas de miles de negocios (si no tengo mal entendido, cuando un empresario consigue una quita de más del 50% por parte de sus acreedores, sale del concurso y empieza de nuevo). Así pues, una parte importantísima del tejido industrial de este país termina liquidándose en las subastas o directamente en el chatarrero.
En cierto modo, los que dirigen el cotarro se guían por el leitmotiv de la película de “Los Inmortales”: ¡sólo puede quedar uno! La actividad económica se contrae y, mientras lo hace, desaparecen un montón de compañías que podrían ayudarnos a mantener el principio de la libre competencia. Los políticos no parecen entender la magnitud del problema; es más, lo empeoran con sus medidas. Por ejemplo con la banca. En lugar de permitir la quiebra de las entidades financieras ineficientes, ahora tenemos bancos Too big to fail cuyo rescate comprometería la estabilidad de todo el sistema. Los Bancos Centrales y los gobiernos los ayudan con un sinfín de medidas: reducen al mínimo el precio del dinero, facilitan la compra de deuda soberana a través de los QE o de los LTRO, los recapitalizan con el dinero de los contribuyentes cuando van a desplomarse, etc. Por eso no es de extrañar que la banca en general acumule tantas ganancias; ya que la caída del yield de la deuda pública occidental mejora el precio de sus bonos y sus balances se restauran como por arte de magia. Pero señores: ¿alguien se lo cree? Los bonos, las pensiones, incluso las acciones, son más que nunca “una promesa de pago”. La economía sigue y seguirá contrayéndose… Quizá por eso las entidades financieras están mostrando mucho empeño en saquear a la economía real; pues cuando todo se desmorone, al menos tendrán algo. Obtener el dinero al 1% y prestarlo al 6% es un atraco a mano armada. Las pymes no pueden permitírselo. Esta política aumenta los concursos de acreedores y la centralización del poder empresarial.
Y luego el gobierno y los mass media nos cuentan que todo va estupendamente y que ha llegado la recuperación. ¡Venga hombre! El gobierno fantasea y la prensa compra su discurso. No os dejéis manipular por sus cantos de sirena. Todavía tienen la esperanza de que la economía se reactivará gracias a la recuperación del consumo. Lo cuál me parece un discurso bastante naive… La clase media no puede incrementar el gasto porque está asediada por los recortes sociales, las rebajas salariales, la represión financiera y por la subida encubierta de la inflación. Y los super ricos jamás podrán compensar la caída del consumo de la mayoría de la ciudadanía (alguien que tenga una renta 1000 veces superior a la media, no se compra 1000 camisas al año… por decir algo).
El clima de la economía occidental es francamente estanflacionario. La velocidad del dinero cae en todas partes porque disminuyen las transacciones comerciales –el dinero cambia poco de mano porque la gente está a dos velas…-. Fíjaros por ejemplo en la oferta monetaria estadounidense referenciada por la M1 y M2:
La M1 es la peor en 20 años
Tienen la peor M2 de la Historia
Y en Europa y en Japón las cosas están igual o peor… Para revertir la tendencia las autoridades monetarias imprimen más papel. Compensan la caída de los intercambios comerciales con más dinero circulante. Intentan generar una inflación “sana” que invite a consumir.
Sin embargo, estas buenas intenciones son contrarrestadas por la dura realidad. Los banqueros centrales reconocen una subida de los precios cercana al 2%; cuando, en verdad, éstos ya han escalado hasta el 5 o 6% -es el porcentaje que los de Shadowstats estiman, por ejemplo, para Estados Unidos-. Sucede que una parte significativa de los productos que generan inflación están fuera del alcance de los Bancos Centrales. De este modo, para que no les lluevan las críticas… Los burócratas se encargan de sacar esos productos “engorrosos” de la cesta de la compra. De este modo los políticos salvan la cara ante la ciudadanos. Les importa un comino que éstos pongan cara de póquer cuando pagan la factura de la luz o acuden al supermercado.
¿Podemos salir de ésta?
Esta manipulación de la percepción tiene un límite, claro. La fantasía de que todo va divinamente no puede durar mucho más. Y si no que se lo pregunten a los habitantes de Ferguson (Misouri). No me extraña que hayan protagonizado semanas de disturbios raciales. Allí cunde el paro, los bajos salarios, la inflación y la violencia policial. Y para colmo de males, tanto el municipio como un amplio espectro de la ciudadanía se ve en la imposibilidad de saldar los préstamos Heloc.
Durante 10 años sólo pagas los intereses del crédito Heloc. Después… ¡Zaska!; hay que pagar todo el principal –en rojo, los préstamos concecidos cada año-
Así pues, no debería soprender a nadie que el comercio minorista de Estados Unidos –y del mundo entero, diría yo-, esté en una situación catastrófica. Ni hay consumo, ni se le espera. El malestar de la población va en aumento y una parte de la élite empieza a ponerse nerviosa. En un artículo de prensa titulado Las horcas vienen a por nosotros, Nick Hanauer comentaba no hace mucho que la desigualdad social generará revoluciones y caos en todo el país. Hanauer fue uno de los fundadores de Amazon y es uno de los pocos multimillonarios que aboga por subir el salario mínimo interprofesional y los impuestos a los ricos. Lo cuál es bastante irónico, ya que coincide en esto con los planteamientos de Podemos… Pero esto es lo que hay, amigos. Las perlas que Hanauer dejó en la revista Político no tienen desperdicio: Tengo un mensaje para mis colegas forrados que viven en su burbuja: ¡despertad, esto no va durar! Las horcas vienen a por nosotros. Ninguna sociedad puede aguantar esto. Si me muestras una sociedad altamente desigual, te mostraré un estado policial o una revolución. No hay otros ejemplos. No es si va a pasar, es cuándo…; y también: Sé que muchos de vosotros estáis convencidos de que la desigualdad es una ficción porque vistéis a un niño pobre con un iPhone. Esto es lo que os digo: ¡estáis flipando! Un día alguien prenderá fuego en la calle y entonces miles de personas saldrán a la calle y antes de que os déis cuenta el país estará ardiendo. Y no habrá tiempo de ir al aeropuerto para coger el jet y volar a Nueva Zelanda. Las revoluciones son como las bancarrotas, llegan de manera gradual hasta que se desatan repentinamente.
Las tesis de Hanauer fueron discutidas en el último Foro de Davos. O mejor dicho, se analizó la postura marxista de que los ajustes empresariales vía paro y rebajas salariales, conducen al Capitalismo a un callejón sin salida porque se queda sin consumidores. Y también se analizaron las consecuencias negativas que el desarrollo tecnológico tiene en la creación de empleo. Sin duda las élites reunidas en Davos parecen preocupadas. ¡Quieren que trabaje más gente! Proponen reducir la carga fiscal de las nóminas y mejorar la calidad de los sistemas educativos. Eso facilitaría la creación de más puestos de trabajo. En caso contrario, la desigualdad social se consolidará y la sociedad se situará al borde del abismo.
Antes de acabar este artículo, me despido con otra cita de Hanauer: El Capitalismo bien gestionado es la mejor tecnología social jamás inventada para crear prosperidad. Pero el capitalismo sin control tiende hacia la concentración y el colapso. Creo que el gran presidente norteamericano Theodore Roosevelt, estaría de acuerdo con él… Al menos tuvo el valor de enfrentarse a los super ricos. Acabó con los monopolios empresariales y restauró la competitividad “sana” del sistema capitalista.
Un abrazo amigos/as
A
