LA MUJER DESENFADADA
08-08-10
Todo lo contrario que la mujer enfadada, es la mujer desenfadada.
La mujer enfadada pertenece a un estadio muy inferior al de la mujer desenfadada. Ella se lo pierde, porque ya sabemos quién es a la larga la principal víctima de un enfado: el enfadado o la enfadada. Además, da mucha pereza, porque es un doble trabajo: enfadarse para luego desenfadarse. Una tontería, vaya.
La mujer desenfadada empieza a aparecer toda plena en su maravilloso potencial como mujer.
Estamos convencidos que la mujer es un animal muy superior al hombre. Y no sólo evolutivamente, que es obvio, sino físicamente, porque por ejemplo las mujeres tienen tetas y los hombres no.
Siempre hemos echado de menos tener unas buenas y bonitas tetas, para mirarlas y tocarlas cuando quisiéramos, en cualquier momento que nos apeteciera, y no tener que depender del tedioso permiso de una mujer que se las deje mirar sin disimulo y se las deje tocar con naturalidad. Se hacen mucho de rogar las mujeres con sus tetas. Se hacen las interesantes. De la misma manera que Freud describió en las mujeres el complejo del falo ausente, a lo mejor nosotros tenemos el complejo de las tetas ausentes. Que conste que esto puede ser una muy valiosa aportación a la psiquiatría teórica moderna, y alguien con más ganas y conocimientos sobre ello, debería investigarlo. Una tesis doctoral o así vendría bien.
La mujer desenfadada está cerca de su plenitud, que la alcanzará en dos estadios todavía más superiores: la mujer libre y sola.
Desenfadada la mujer (aunque se enfade de vez en cuando por alguna cosilla sin importancia, como que le pongan un poco, sólo un poco, los cuernos, por ejemplo) se convierte en la persona que siempre debería ser y que tanto fascina a los hombres, hasta llegarle a jurar amor y fidelidad eternos, algo extraordinariamente difícil de cumplir para un hombre normal.
Es una persona desenfadada, que mira la vida y las cosas con la mirada de la alegría, el corazón de la empatía y las manos de las caricias, el consuelo y el cuidado.
No tiene complejos, ni cuitas, ni amarguras la mujer desenfadada, porque ha alcanzado el superior estadio del equilibrio perfecto entre su carácter ensoñador y romántico y las circunstancias de su vida, que las acepta y las asume, cualesquiera que sean.
Da igual que la mujer sea joven o vieja, guapa o fea, gorda o delgada, alta o baja, rubia o morena, con tetas perfectas o pequeñas o caídas, la mujer desenfadada se encuentra bien consigo misma, y es entonces cuando es capaz de repartir y regalar todas las maravillas escondidas y secretas que millones de años de evolución le han permitido acrisolar. Y sean sus hijos, sus familiares, sus parejas o sus amigos y amigas, son todos privilegiados receptores de las mejores cualidades posibles de una mujer.
Es entonces cuando los hombres, da igual su condición, su formación y hasta su pasado, se enamoran perdidamente de ellas, sin posibilidad de salvación.
Alguien dijo que los hombres nos enamoramos una vez, y luego otra, y otra y otra. Somos unos enamoradizos los hombres, cuando en verdad no se trata de amor, sino de necesidad primaria debido a tres cosas colgantes que tenemos entre las piernas que nos hacen hacer muchas tonterías. Qué cruz con nuestras hormonas y con nuestra polla. La cantidad de problemas que nos generan.
En cambio, la mujer desenfadada no se enamora muchas veces a lo largo de su vida. Acaso una sola vez, quizás dos, a lo sumo tres, por decir un número, y ojo que esto no son matemáticas exactas, depende de cada caso.
Por qué no se enamora tanto la mujer desenfadada? Muy simple: porque se tiene así misma. Todavía no ha descubierto su grado de autonomía y perfección, que lo descubrirá cuando sea una mujer libre y sola.
La mujer desenfadada es la mujer de verdad. Da igual su edad, es madura y equilibrada. Está plena, repleta, de empatía, bondad, generosidad y solidaridad. Escucha más que habla; quiere más que es querida; acaricia más que es acariciada; cuida más que es cuidada.
Casi todas las mujeres son desenfadadas justo antes de casarse. Después, muchas se convierten en enfadadas.
Qué se le va a hacer. No hay nada perfecto. Ni siquiera la mujer.