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Tipos del norte. Tipos del sur.

Europa año dos mil veintipico. Después del trauma que supuso la negociación in extremis del Brexit, la UE tuvo que afrontar el siguiente elefante blanco en su habitación: La inflación. Aunque crecía tímidamente, era ya un tema que los tipos del norte no querían ignorar por más tiempo. La demografía y el crecimiento económico anémico, lastrado por la ingente deuda en toda Europa, había permitido aplazar la gran decisión a pesar de que en los EE.UU. ya habían normalizado el precio de sus dólares y el resto de su política monetaria.

Las comparaciones entre la economía norteamericana y el babel europeo eran odiosas. Y los tipos del norte, germánicos y escandinavos, con sus economías fuertes y saneadas no podían ni querían soportar el riesgo de una inflación descontrolada. Sus empresas multinacionales habían soportado admirablemente un Euro caro (que no fuerte),

 

pero con la devaluación de la moneda única potenciada por unos tipos negativos, la inflación amenazaba ya muy seriamente la decisión del BCE de mantener la represión financiera bajo cero.

Los tipos del sur, los mediterráneos, en cambio seguían necesitando que la inflación se les comiera un endeudamiento impagable. Rezaban para que un aumento generalizado de precios y sueldos, aunque acompañada de pérdida de poder adquisitivo, hiciera más pagadero un papel mojado que sólo el BCE les estaba comprando desde hacía ya una década. Pero los tipos del sur seguían sangrando déficit en sus presupuestos. Debían más y más, año tras año. Y ni sus gobernantes populistas ni sus niveles de productividad eran capaces de conseguir el equilibrio presupuestario necesario para detener la hemorragia.

Sin crecimiento económico consistente que incrementase los ingresos de los Estados del sur, y sin una inflación persistente que devaluase la deuda impagable, la única opción que quedaba para evitar el default masivo de los tipos del sur era el austericidio, pero esa vía se había demostrado también inútil para salvar a los griegos. La lata chutada desde hacía años, por fin topaba contra el muro que los tipos del norte y los del sur tenían ya frente a sus narices.

Los tipos del norte y los tipos del sur tenían idiosincrasia, productividad, datos económicos y necesidades opuestas. Pero paradójicamente unos tipos tan distintos tenían unos tipos iguales: Los tipos de interés. La cobardía y la obstinación de los euroburócratas de los últimos 25 años les había condenado a compartir moneda y tipos de interés a tipos muy distintos. Quizá había llegado el momento de que los tipos del norte y los del sur se adaptasen a sus respectivas economías.

Pero que nadie se equivoque llegado el momento de los tipos distintos: Aunque le sigamos llamando euro, si su precio es distinto para los tipos del norte y para los tipos del sur, cotizarán distinto y la moneda única será, de facto, historia. Y algunas pistas de ello no faltaron para los más suspicaces en todos estos años.

La pregunta del millón es si la separación de tipos norte y sur es inevitable o hay alguna opción más. Hace un par de años bautizamos como "The Big Write-down" y "Wtrite-down selectivo de deuda" la única forma de conseguir que los tipos del norte y los del sur siguieran compartiendo tipos, al menos durante algunas décadas más. Quizá en pocos años la UE esté ya muy cerca de tener que tomar la decisión final: Tipos distintos norte y sur, o bien write-downs selectivos del único acreedor que puede permitirselo, el BCE.

Hasta hoy la UE no ha hecho lo correcto sino lo necesario para aplazar el desastre, veremos a partir de ahora qué camino deciden tomar los tipos poderosos. Porque como bien dice Jonathan Tepper en este tuit, la decisión no la votaran los tipos del sur sino que la tomarán los tipos del norte cuando no tengan más remedio.

La segunda pregunta del millón es si los inversores están preparados, no sólo para evitar los efectos negativos de cualquiera de los dos caminos que la UE va a tomar, sino para aprovecharse de ellos.

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