Dubai aspiraba a convertirse en el centro financiero de Oriente Medio y ha terminado siendo una ciudad fantasma en mitad del desierto. Rascacielos gigantes, ambiciosos complejos turísticos y grandes proyectos megalómanos de hormigón al calor de un crédito fácil que ha terminado pasando factura. El precio de la vivienda llegó a subir un 5% semanal en pleno boom y tras el crack ya ha bajado más de un 50% (y sigue bajando). La gente aparca los coches en el aeropuerto con las llaves puestas, las tarjetas de crédito en la guantera y pillan el primer avión de regreso a casa. Si no pagas al banco vas al trullo: morosidad cero.
Dubai, el paraíso frustrado de todo buen pocero que se precie. Quería convertirse en el Marina d´Or de los más cool del planeta a base de ladrillos baratos y han pasado de querer repartir riqueza a esparcir mierda.
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