Una de los más fascinantes aprendizajes en esta travesía en la que llevo metido estos casi 4 años es el de la relación entre dinero y tiempo.
He escrito en varias ocasiones sobre esto tratando de estructurar mis ideas y he pensado que os podría interesar.
Con la suficiente cantidad de tiempo, podrías en teoría ser capaz de construir la casi totalidad de los bienes y servicios que necesites tu solo, incluso aunque empezases desde cero en el paleolítico. Solo necesitas tiempo, empeño y aprendizaje y con ello, aunque fueses un burro redomado, si contases con por ejemplo 1000 millones de años de una vida, deberías ser capaz de construir por ti solo todo lo que necesites.
Por lo tanto, el tiempo es nuestro recurso más importante, capaz de determinar nuestra capacidad de hacerlo literalmente todo.
El problema es que el tiempo de una vida humana es nuestro recurso más escaso y por ello necesitamos cooperar con otras personas si pretendemos mejorar nuestro bienestar. Cuando intercambiamos dinero, estamos constantemente intercambiando el tiempo empleado en aprender o producir algo por nosotros, con el tiempo empleado por otros.
Buena parte de mis reflexiones sobre el tiempo y el dinero vienen de este artículo de Nick Szabo, A measure of sacrifice. En esta absoluta joya, se describen con detalle los enormes esfuerzos que las personas hemos llevado a cabo a lo largo de la historia para coordinar nuestro trabajo. Por ejemplo, piensa en lo imposible que era coordinar y cooperar en grupo cuando no eras capaz de ni siquiera acordar una hora de encuentro.
A partir del Siglo XIV los Europeos desarrollamos la capacidad de crear relojes cada vez más accesibles a más y más partes de la población, además de los campanarios de las Iglesias que ya llevábamos siglos usando.
Szabo defiende que los campanarios cumplían una función mucho más importante que dar la hora y esta era, el hecho de que todos conociesen esa hora al mismo tiempo. Al ser el mensaje transmitido a todas las personas de un pueblo a la vez, se eliminaban los errores derivados de que las horas registradas por unos fuesen diferentes a las horas registradas por otros.
En otras palabras y llevado a las ciencias de la computación, de alguna forma un campanario funciona como un servidor distribuido de sellado de tiempo (distributed timestamp server) que de hecho es el nombre que Satoshi utilizó en su white paper de Bitcoin para describir lo que de manera confusa se conoce popularmente como la blockchain de Bitcoin.
Los campanarios nos permiten asignar hechos a una hora en la que todos estamos de acuerdo, facilitando así enormemente la coordinación y cooperación.
La sociedad avanzó mucho cuando también permitió valorar el trabajo en función del tiempo que llevaba a hacerlo gracias a estos nuevos relojes. En este sentido, el tiempo se convirtió en un estándar para medir el valor del trabajo.
Es por esto por lo que a la hora de valorar nuestro recurso más escaso, necesitamos intercambiar bienes escasos. El bien debe ser escaso, como el tiempo que quiere representar.
No basta con que sean escasos en sí, porque si están en posesión de unos pocos y no son accesibles a los demás, obviamente los primeros tendrán ventajas sobre los segundos.
Este es el problema que tienen los bienes físicos, que la violencia ha permitido a lo largo de la historia a unos pocos tener el control frente a los demás.
Lo que es necesario es que sean universalmente escasos y que todos sepan que es efectivamente escaso para todos. De esta forma si además de todo esto el bien es fácilmente reconocible, el mercado lo aceptará como proxy del esfuerzo y por ello lo utilizará como medio de intercambio en señal de reciprocidad, porque eso es lo que es el dinero, un símbolo de reciprocidad aplazada.
Este es el motivo de que yo piense que es más importante que los halvings de Bitcoin, el que todos los conozcamos con anterioridad, que sepamos al milímetro cuántos bitcoins va a haber en cada momento y la transparencia con la que todo está diseñado.
Cuando ambas partes intercambian valor por dinero, ese dinero es una buena medida del sacrificio (o valor) entregado. Ambas partes se benefician del tiempo dedicado por uno y por otro al aprendizaje de aquello en lo que sean capaces de generar valor.
La humanidad es por lo tanto, gracias al dinero, capaz de aprovechar el esfuerzo realizado por unos y otros.
Podemos progresar basándonos en el esfuerzo de otros, sin, digamos, tener que empezar de cero cada vez. Esto es en definitiva, lo que nos ha permitido abandonar las cavernas, y convertir juegos de suma cero en juegos de suma positiva, ,en realidad lo que nos diferencia del resto de animales de la naturaleza.
La revolución es permitirnos comprobar esta reciprocidad en un registro del todo evidente para cualquiera que quiera hacer el esfuerzo de saber interpretarlo, en vez de tener que depender de bienes naturales con los defectos que conllevan.
Si he conseguido transmitirte la importancia histórica de un registro de transacciones que nos permite comprobar la reciprocidad en los intercambios de valor, deberías estar a estas alturas completamente obsesionado con Bitcoin; mejorar con software la tecnología de cooperación más importante de todas, es un salto evolutivo en toda regla, todo un antes y un después, pero esto no debería sorprendernos, todas las revoluciones de verdad han sido en sus orígenes muy malentendidas.