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El Uso No Deseado de Extrapolaciones en Hechos Sociales

 

Los conflictos sociales con gran frecuencia nos traen viejas y/o nuevas lecciones. En particular, la sociedad argentina es, para bien o para mal, una especie de gran cumulo de enseñanzas y nuevos episodios para futuros análisis y aprendizajes.

No es circunstancial, pues, que luego de leer el último trabajo de Nicola Gennaioli, Andrei Shleifer y Robert Vishny titulado Neglected Risks: The Psychology of Financial Crises (NBER, 2015), nos generen casi inmediatamente aplicaciones a la problemática nacional, no solo respecto a la economía sino a la generalidad misma de nuestro accionar colectivo.    

En ese trabajo se aluden a algunos aspectos al momento de la toma de decisiones los cuales, si bien son netamente desde la óptica de lo que en economía denominamos Behavioral Finance, son aplicables y extensibles a ciertos rasgos y dinámicas propias de la Argentina. En este sentido, la idea de que cualquier hecho se puede extrapolar a partir de otro y el uso del concepto representatividad puede inducir a puntos de incertidumbre caótica. En este sentido, muchos de los hechos que transcurrieron en Argentina durante los últimos años tienen algunas características signadas por extrapolaciones del pasado y representatividad. En aras de ejemplificar esas ideas vamos a construir un caso genérico y con simplificaciones pero plausible de aplicación y crítica en la actualidad.

En principio, podemos pensar en una sociedad determinada donde existen dos colectivos sociales cuyas creencias políticas y socioculturales son distintas. Desde este punto, configuran sus perspectivas, sus ideas y críticas culturales, políticas y de gestión económica particularmente sobre el grupo político que ejerce el poder de gestión en un momento determinado. Supongamos que la evaluación y/o crítica se realiza sobre una gestión de política que tiene un espacio temporal de 10 años corridos con grandes matices. Estos últimos van a generar la diversidad de evaluación y, en consecuencia, la mencionada crítica hacia los gestores de la administración pública en general. A su vez, dicha evaluación puede extenderse y aplicarse, casi en ausencia de racionalidad y/o a través de sesgos, a otros grupos políticos aspirantes a ocupar la gestión seguidamente.  

Llegado a cierto punto del espacio temporal mencionado, un colectivo social determinado ha configurado una perspectiva muy favorable sobre la gestión actual, la cual finalizaría en el corto plazo. La evaluación parcial, dado que el mandato no ha finalizado, se ha adaptado y sesgado a los primeros años del ejercicio de la administración.  Quizás no se ha tomado toda la información disponible para realizar esa evaluación.

En esas circunstancias se va a suponer que ese grupo social ha determinado indeclinablemente que dado que el ejercicio de gestión ha sido muy bueno durante los años iniciales en algunos aspectos, principalmente el económico, la gestión es y será muy buena en todos, es decir, realizan una extrapolación de las bondades o los aspectos favorables de la administración corriente de algunos temas de la sociedad hacia otros. En este sentido, tomando que las tasas promedio de crecimiento económico del país determinado durante el período inicial, si se quiere la primera mitad del período, ha superado a la media de los últimos 20 años; el grupo social cuya óptica favorable sobre el colectivo político que ejerce el poder, traslada los resultados de la gestión de la economía hacia la mayoría de los demás aspectos no solo económicos sino tales como la justicia, la seguridad, el manejo de empresas públicas, la productividad del empleo público, la calidad de los servicios de salud de las provincias más vulnerables, la calidad de la educación, entre otros. Concretamente, este grupo o colectivo social emite unívocamente una opinión casi idéntica a la que tienen sobre la actividad económica agregada hacia todos los demás aspectos, es decir, se construye una opinión sesgada por un aspecto importante pero en ausencia de valorar la gestión de otros aspectos. En este caso, podríamos llegar a suponer que la probabilidad de que ese grupo social acepte o minimice hechos negativos, como por ejemplo los relacionados con delitos por parte de funcionarios de esa gestión, es sustancialmente alta.

Por otra parte, es probable que se genere un mecanismo de propagación a favor de la permanencia de la administración, más allá de su mandato, a pesar de los eventuales hechos negativos e irregularidades. El grupo social que apoya a la administración en curso puede sostener cualquier crítica de parte de grupos ajenos a esa idea a través de argumentos que pueden ser inverosímiles. A su vez, la administración de gobierno está en condiciones de defenderse con un mayor poder relativo dado que temporariamente posee medios de gran importancia y control sobre los mismos. Ese poder de defensa sumado al apoyo del grupo de sesgo y decisiones adaptativas de gran desfasaje temporal, hacen que cualquier hipótesis ilícita comprobable se diluya a través de operaciones en aras de construcciones de realidades inverosímiles que se pueden instalar como la realidad misma, pues los hechos macroeconómicos positivos de años precedentes pueden ser un gran instrumento que genere lo que denominamos representatividad, es decir, la gestión, de cualquier aspecto y objetivo, está influida por el grado de éxito del primero.    

Por otra parte, el otro grupo social o conjunto de ciudadanos que, si bien acepta los aspectos positivos de la gestión actual, objeta taxativamente los hechos que están sospechados de ser ilícitos o con los que no se está de acuerdo, debe enfrentar las consecuencias de ser además opositor en la contemporaneidad con lo que implica el poder de uso de ciertos medios que tiene el gobierno contemporáneo. Este grupo puede además tener matices con ciertos individuos que desean conservar el status quo y anclen sus perspectivas de futuro, es decir asignen un escenario incierto sin tomar la información disponible con el argumento de que algo peor puede venir. Sin dudas, argumento muy conocido en nuestro país no solo por ese motivo sino por no contar con alternativas sólidas de gobierno.

La probabilidad de conflictos, que pueden ser sustanciales en esta sociedad genérica, puede ser alta y con algunos hechos puede tornarse en una convivencia conflictiva. Ante la ocurrencia de desacuerdos conducentes a acusaciones de gran solidez, la sociedad descripta puede situarse en un punto poco saludable de convivencia.

Supongamos la ocurrencia de una problemática que sitúa a los gestores del poder político actual en el centro de la escena. En tal contexto y dados ambos grupos con sus características mencionadas, vamos a suponer que los representantes de gobierno pueden tener en general, dos tipos de estrategias a seguir: circunscribir aún más el conflicto negando la denuncia y utilizando todos las herramientas de poder que detentan para descalificar el hecho o, por otra parte, atenerse a que la justicia, órgano de supuesta independencia, intente resolver el caso.

Claramente, la segunda estrategia es la que, a priori, puede ser la de menor conflicto. La acción del  sistema judicial, luego del análisis pertinente, emite su decisión que genera acatamiento social. Los costos de tal decisión pueden ser desproporcionados pero se espera una menor probabilidad de conflicto ex post.

Sin dudas, la primera estrategia es la que puede llevar a un punto de mayor conflicto social. Esto es, la acción del gobierno genera un efecto dinámico retroalimentando ese conflicto: el grupo social que apoya al gobierno saldrá a la defensa irracional y a cualquier precio de tal plan de acción ya que se infiere que la gestión será exitosa y llevará a la sociedad a una mejora en el bienestar, es decir, se extrapola lo realizado en materia de crecimiento económico hacia tal conflicto.  

Ese plan de acción o estrategia de este juego social lleva, sin atajos, a un conflicto aún más grave donde los costos se pueden acrecentar y ser mayores al supuesto aumento de bienestar inmediato que se infiere luego de hacer el ejercicio de extrapolación mencionado. Por lo tanto, es muy difícil encontrar un punto de equilibro de largo plazo para esta estrategia y, en consecuencia, para esta sociedad, o dicho en términos económicos, este plan de acción no sería un steady state social. Casos polares como éste que conllevan un gran peligro de fragmentación podemos observar en el Medio Oriente o algunos países de Asia, algunos lamentablemente ya muy avanzados.  

Este caso que presentamos muy sucintamente, nos puede conducir a reflexionar sobre algunos aspectos de gran importancia para la convivencia actual y, en algún sentido, optimizar el futuro de la sociedad a través de un mejor funcionamiento de sus aspectos y/o dinámicas macro. Desde este respecto, es dable de destacar algunos puntos importantes. Por un lado, podemos pensar en que no hay estado social estable sin acuerdos y ante la ausencia de éstos, lo cual puede ser esperable en algunos casos, los órganos que regularicen posibles conflictos deben generar grados de acatamiento sustanciales. El conflicto es natural a todo colectivo social pero lo que no es esperable es una dinámica creciente con tendencia explosiva. Si bien el ideal óptimo de funcionamiento de un sistema social es una quimera, seguramente es más saludable el intento equitativo en la asignación de costos y beneficios ante una problemática dada.   

Otro de los puntos que destacamos es que es si bien la complejidad de la realidad social actual es creciente dada la dotación de recursos de información, es posible hallar evidencia clara en relación a los puntos expuestos sobre representatividad, sesgos y extrapolaciones. A esto se agrega que también es muy pertinente establecer la incapacidad de la utilización permanente de decisiones racionales y la inexistencia de la previsibilidad perfecta. Desde nuestro punto de vista y dado lo expuesto, la cuestión central es intentar establecer decisiones mejor evaluadas en aras de minimizar el sesgo innato de las extrapolaciones y las heurísticas.

Finalmente, tenemos una derivación sutil e importante. Hay evidencia histórica acerca de ciertas prácticas socialmente poco sustentables que nos trasladan a tiempos no deseados. Dicha evidencia nos muestra que el fortalecimiento de instituciones que tiendan a configurarse de una manera independiente del poder político corriente, puede accionar como un limitante eficaz de conflictos crecientes. Dicho esto, esperamos que alguna vez nuestra sociedad tome estas decisiones en lugar de la extrapolación-polarización donde el retorno será cada vez más complejo y costoso.  

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