La entrada de España en la Comunidad Económica Europea ha traído muchas consecuencias, directas e indirectas, la mayoría de ellas en un plazo escaso de tiempo. Una de ellas es el negocio de coches de segunda mano, según podemos comprobar en el artículo De segunda mano escrito por Daniel de Busturia y publicado en el número 10 de la revista Futuro en febrero de 1987.
Daniel de Busturia escribe en relación con la manifestación ocurrida frente al edificio de los Ministerios de Economía, Hacienda y Comercio e Industria; la entonces neonata Asociación de Importadores de Vehículos Usados se quejaba porque "no lograban importar automóviles usados procedentes de la Comunidad Económica Europea (CEE)". Dice el escritor que, en realidad, "sí podían hacerlo", pero que tenían "muchas dificultades para obtener el certificado técnico que les permitiese matricular el vehículo".
Con la entrada en vigor de las normas de la CEE, han desaparecido los contingentes a la importación en España de productos procedentes de la CEE, salvo los que figuren en el Acta de Adhesión, y no es el caso de los coches de segunda mano. Así pues, cualquier ciudadano podía "importarlo libremente, siempre y cuando satisfaga los aranceles", disminuidos ya dos veces desde que España entró en la Comunidad Económica y hasta la fecha de publicación del artículo, y pague el IVA correspondiente.
Importar vehículos usados de la CEE, "un beneficio que prometía ser alegre para los españoles, se ha convertido, una vez más, en un vericueto administrativo", dice el escritor, quien asegura que "muchos ciudadanos han importado sin acudir al mercado específico de coches de segunda mano", es decir, que "se pasaron de listos", en palabras del propio de Busturia.
Su análisis sobre este asunto va más allá, ya que el escritor se plantea si no ocurrirá que los coches empiecen a fingir que son de segunda mano pero no lo sean, que apenas tengan algún kilómetro o estén un poco rodados, por lo que ahí el negocio sería tanto para particulares como para las empresas extranjeras de la CEE. Un vaticinio que se demostraría poco después. Porque hecha la ley -o la ausencia de la misma-, hecha la trampa.